CAPÍTULO XXI FINAL PARTE I

6 1 0
                                    

"La sublimidad del dolor"

"Ruby se veía tan hermosa a lo lejos, su piel morena encajaba muy bien con el vestido floreado, un tono naranja con miles de margaritas incrustadas, corría entre los campos de girasoles. Una mano se alzó a lo lejos saludando, los ojos claros de su madre siguieron a Ezequiel. Se acercó sin dudarlo y unos labios gruesos besaron su frente. En un cálido sentimiento que recordaba con tanta nostalgia.

—Felicidades por tu gran día, has crecido tanto —dijo su madre tomándolo por las mejillas.

—Lo haré bien mamá, lo prometo —expresó con tranquilidad—. Seré un gran esposo y un gran padre.

—¡Oh Pequeño! Lo sé Ezequielito, sé que lo harás muy bien.

—¿Estarás ahí conmigo? ¿Cierto? —preguntó con ingenuidad—, te he extrañado tanto.

—Siempre estoy. No necesitas extrañarme, solo vive.

Colocó un girasol de tallo grueso en la mano de Ezequiel y se despidió con una sonrisa".

Despertó, el primer día de abril había llegado, casi tres meses desde su propuesta de matrimonio, para él todo tenía que ser perfecto. La nieve se había ido desde marzo y la primavera empezaba a florecer.

Tomó el sueño de su madre como buenos deseos de un espíritu qué lo acompañaban de por vida y agradeció ver su cara una vez más.

Alguien tocó a su puerta, los golpes se intensificaban cuanto más tardaba en responder, bajó las escaleras corriendo y abrió la puerta. Era Nathan.

—Te ves terrible —fue lo primero que dijo al verlo, una broma tenía que hacer para poder comenzar el día—, tan terrible que puedo morir justo ahora.

—Tú te vez peor, ¿eres un dinosaurio acaso? —contratacó.

—Como te vez me vi y ojalá a mi edad luzcas tan bien como yo —se carcajeó Nathan, paró en seco y lo observó con detenimiento—, pero... ¿por qué no estás listo todavía?

Los ojos adormilados del joven se perdieron ante la pregunta, la emoción de la noche anterior a la boda lo había mantenido sin pegar pestaña, hasta que perdió la noción del tiempo. Si no fuese por el sol claro de la mañana que le daba directo a la cara, ni siquiera se habría tomado la molestia de despertar.

—Tenemos que llegar temprano, son las 2 de la tarde que no has visto qué el sol pasa un poco al oeste... —insistió Nathan.

—¡No puede ser! —miró su reloj de mano, trató de tranquilizar a Nathan—, ¡me quedé dormido! ¿Por qué no has llegado más temprano? ¿Eh? Esto es culpa tuya.

—¡Estás loco! No me culpes, yo solo soy tu apoyo emocional. Sería tu hada madrina, pero no me gusta el rosa —se carcajeó Nathan.

—¿Es por eso que vistes de rosa? —cuestionó apuntando a su atuendo.

—No me juzgues, esto es cosa de Ros.

—Al menos tengo suerte de que "La Casa de La Tía Holly" quede cerca del campanario.

—Que por cierto vengo de allá. Hell, Jenny y Ros han hecho un gran trabajo, te sorprenderá.

Ezequiel se quedó inmóvil de los nervios, solo imaginar todo ya era hermoso, verlo, lo dejaría en estado de shock.

—Pero reacciona, ve a bañarte, se hará tarde en un santiamén —regañó Nathan dándose paso entre la casa—, porque sigo en el umbral, ¡muévete!, te ayudaré. Sé cómo te sientes, ya pasé por esto dos veces.

—¿Qué? —dijo Ezequiel sin emoción—, al menos te fue bien.

—¿Bien? —regañó Nathan—, la primera vez me dejaron plantado.

Una margarita para n̶u̶n̶c̶a̶ olvidarme de tiWhere stories live. Discover now