CAPÍTULO VI

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"El jardín de las margaritas"

El sol apenas alcanzaba a percibirse a través de aquel delgado cendal de nubes, no le producía la mínima sensación de calor a Nathan, llevaba rato afuera de La casa de la tía Holly sacando la nieve de los corredores de su jardín, de vez en cuando no podía evitar observar de reojo la hermosa postura de la chica que amaba, quién leía atentamente en uno de los sillones de la sala, jamás se le haría costumbre apreciar a tan ensalzada persona, por ejemplo, su lindo cabello, hacía que una enorme curiosidad interviniera en el fondo de su mente, ansiaba acercarse para tocarlo y enredarlo entre sus dedos, estaba al tanto que esa misión culminaría en un dedo roto, así que prefería mantenerlo solo en sus pensamientos.

El libro que Ros sostenía entre sus manos, era el favorito de la madre de Nathan, Marina lo había encontrado y Ros decidió que no quería soltarlo ni un solo segundo, pensaba que podía entender un poco del mundo de los enamorados. Claro que no era tan sencillo como tener un guion y una vida que se planeó para ser narrada de aquella manera, porque ante los demás, ella tenía sueños, esos siempre fueron los que hicieron saltar su corazón y probablemente optaría por seguirlos, lo que nadie sabía, era que su destino también había sido predicho como cada uno de los libros que había leído y en él, no había cabida para Nathan.

Desde su asiento observó al chico que hace tanto rogaba por su atención, Rosella también tenía la intención de quererle, solo que ella quería mantenerlo en secreto tanto como pudiera, por ello, le miraba cuando él no se daba cuenta, imaginaba como sería él en un futuro, si la olvidaría o si la recordaría para siempre. Una parte de ella estaba sorprendida que siguiera a su lado a pesar de su actitud tan deprimente, ella lo quería y también imaginaba una vida a su lado, pero no podía dañarlo, no sería capaz de hacerlo cuando fuera el momento de marcharse.

Rosella, la chica que siempre estaba alejada del mundo, quien tenía sentimientos desconocidos en el fondo de su alma, la habían convertido en la persona que era, una singularidad que la gente encontraba para amarla, Nathan sabía que todo lo que se internaba en su corazón, nunca sería externado para él, una lucha constante que quería ignorar, no porque fuera egoísta, sino porque le daba miedo preguntar y que el pasado hiciera eco en el presente, trayendo consigo momentos que probablemente su bella Rosella no quería recordar. Él le había pedido seguirle y ella se lo permitió, ya no existía una razón para huir o esconderse, podían ser ellos mismos frente a frente, sin la necesidad de ocultar su corazón. Nathan prefería buscar imprudencias y sacarle sonrisas cada que podía, en lugar de hacerle pensar en el pasado. Él notaba que un poco de la actitud de Ros había cambiado, una nueva faceta de la joven comenzaba a resaltar, una alegría que pocos conocerían e imaginarían. El amor era el único que podía cambiar los pensamientos de desolación, aunque él no sabía si serían suficientes para mantenerla a su lado.

La nieve ya hace un par de meses había cubierto los suelos y los árboles no tenían hojas, las enredaderas que tapaban algunos pasadizos y fachadas de hogares abandonados tenían un color verduzco aburrido, las vías del viejo carril del tren no se veían con la densa nieve encima de ellas, al igual que el corazón de Ros, quien inopinadamente dejaba escapar un par de lágrimas. Al percatarse de ello Nathan no dudó ni un solo segundo para entrar y tomar el rostro de ella entre sus manos.

—¿Qué sucede? —Preguntó preocupado.

—Yo... —dijo Rosella, luego sus lágrimas se convirtieron en una mirada de molestia—. ¡Esto es realmente frustrante! ¿Cómo un libro puede terminar de esta manera?

Él no respondió, le secó las lágrimas con sus pulgares, sintió ternura de que un poco de los reconcomios de la fría y dura Ros, desaparecieran ante él por primera vez y de una manera tan dulce. Se preguntaba cómo es que alguien como Rosella podía ser tan vulnerable ante las letras de mundos y personas inexistentes, pero a la gente real los ignoraba como si fuesen calabazas.

Una margarita para n̶u̶n̶c̶a̶ olvidarme de tiHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin