Capítulo 21

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1280 a.C.

En los siguientes años los rumores de la existencia del dios de la muerte de la montaña se fueron extendiendo por el pueblo. Antes solo lo seguía un pequeño grupo de gente, la secta con la que había estado Inari, pero ahora era mucha más la gente la que creía en su existencia y lo veneraba. Sin embargo, no solo era él, Inari también se había convertido en un dios más de la montaña. Eran la diosa de la vida, a la que le habían otorgado el nombre de Anur, que significaba vida y prosperidad. En cambio, Haru ya había tenido siempre ese nombre, que significaba el que quitaba la vida. Sin embargo, su verdadero nombre era Tzen. Un nombre perteneciente a tiempos muy antiguos que ya no se usaba.

Los habitantes los respetaban tanto que habían llegado a construir dos estatuas en la parte baja de la montaña en su honor. Allí era un lugar donde podían ir a rezar y a hacerles ofrendas.

A ellos les era bastante indiferente, lo único que querían era vivir en paz y en soledad en su montaña. En esos momentos ellos creían que ser considerados de esa forma no afectaba en su forma de vida. Sin embargo, esa devoción de la gente del pueblo con el transcurso de los años se transformaría y se desarrollaría de una forma que ellos jamás llegaron a imaginar. Porque aunque creas ser inmortal y con la capacidad de acabar con todos aquellos que intenten desafiarte, siempre habrá alguien que esté por delante de ti.

- Arzobispo, -le decía uno de los monjes de la iglesia del pueblo- se ha producido de nuevo un acto a favor de los dioses de la montaña y menospreciando nuestro único y verdadero señor. ¿Cree que deberíamos tomar algunas medidas al respecto?

- Nosotros no podemos hacer nada, son ellos los que deben ver por ellos mismos la fuerza de Dios y si es benevolente quizás, cuando su lucha termine, los acoja –le decía el hombre, paseando por el patio interior de la iglesia.

- ¿Entonces debemos quedarnos observando cómo menosprecian su nombre? –insistió el monje.

El arzobispo se detuvo a observar los nuevos tallos de una planta y acarició las hojas, rasposas al tacto.

- Si pudiera me gustaría poder enseñarles a todos lo que el señor me ha mostrado a mí, -dijo el arzobispo- pero no tengo esa capacidad. Así que ahora todo se trata fe y te aseguro que no hay nada peor que perderla, aunque siempre estás a tiempo de recuperarla y redimirte. Porque nuestro señor no es rencoroso y acepta a todos por igual.

El monje andaba a su lado y sopesaba sus palabras en silencio.

- ¿Así que lo único que podemos hacer es dejar que reencuentren la fe de nuevo por ellos mismos? –preguntó el monje.

- Exacto. Aunque, si te digo la verdad, -dijo el arzobispo parándose y frunciendo el ceño en señal de preocupación- últimamente he estado un poco preocupado. Tengo mis sospechas sobre un tema que no me deja descansar bien por las noches.

- ¿De qué se trata? –quiso saber el otro hombre.

- Sospecho que ese dios de la montaña, Haru, es real, pero no es quien todos creen que es.

La mirada del monje se oscureció.

- No me diga que...

- Creo que podría ser una reencarnación del demonio en forma humana. Eso significa que, mientras él se hace más fuerte y el pueblo lo venera, todos estamos en peligro.

- Y si Haru es el demonio, ¿quién es Anur? –preguntó.

- Creo que Anur podría ser uno de los brazos de nuestro señor, que se mantiene en la montaña para mantener al demonio alejado del pueblo.

- ¿Por estas sospechas prohibió hace un tiempo adentrarse en el bosque más allá de donde se encuentra el santuario?

- Exacto –afirmó, reprendiendo la marcha.- Tarde o temprano, si no han reaccionado por ellos mismos, tendremos que revelar al pueblo la verdad. Porque si su presencia supone una amenaza, te aseguro que no dudaré en eliminarlo.

Inari estaba sentada al borde de unas grandes rocas, con el vacío bajo sus pies y observando el valle. La brisa hacía volar sus blancos cabellos y la luz del sol calentaba su piel. Cerraba los ojos y se concentraba en todos los seres vivos de la montaña, extendiendo su sensibilidad más allá de esos árboles, hasta alcanzar a la gente del pueblo. Percibía sus respiraciones, sus cuerpos calientes y los latidos de sus corazones.

Sus habilidades habían aumentado considerablemente en todos esos años, ambos ya eran uno más en ese lugar. Porque esa montaña se había convertido en su hogar, todos esos árboles en su casa y él en su familia.

De repente el viento a su lado se agitó más de lo normal y segundos después se calmó. No le hacía falta abrir los ojos para saber de qué se trataba. Notó que alguien se sentaba a su lado y agarraba su mano, entrelazando sus dedos. Ella apoyó la cabeza contra su hombro y abrió los ojos. No dijeron nada, tan solo se quedaron allí en silencio, disfrutando de la compañía del otro.

- ¿Te preocupa algo? –preguntó él, rompiendo el silencio.

- No –contestó ella, sorprendida por esa pregunta.

- Inari... -insistió. A veces odiaba que para él sus sentimientos fueran tan fáciles de leer.

- Son solo cosas que pienso en momentos como este, tontos pensamientos que me pasan por la cabeza.

- ¿Momentos como este? –preguntó él, queriendo saber a qué se refería.

- Momentos tan simples y a la vez tan perfectos. Que me hacen querer que no se acaben nunca, que sean tan eternos como nuestras vidas. Pero entonces pienso en si en verdad nuestras vidas serán eternas y si llegará un momento que lo acabará todo.

- Inari, -ella se separó de él y lo observó a los ojos, sorprendida por la seriedad de su voz- igual que tú años atrás me prometiste que siempre me protegerías y me alejarías de la oscuridad, ahora yo te prometo que no dejaré que nadie nos separe, ni ahora ni nunca.

Y esa era una promesa que, por mucho que el viento se llevara y deshiciera sus palabras, siempre permanecería presente tanto en ese acantilado como en el corazón de Inari.


~·~

Holaa, perdón por tardar tanto en volver a subir capítulos, he estado muy ocupada con la universidad. A partir de ahora volveré a actualizar más seguido. Así que, como siempre, gracias por seguir leyéndome y espero que disfrutéis con esta historia. <3


- P

Las Lágrimas de AnurWhere stories live. Discover now