Capítulo 9

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1007 d.C.

Habían pasado cinco años desde que había perdido todo lo que tenía por segunda vez. Durante un año tan solo había estado dando tumbos, sin ningún objetivo. Sin embargo, un día, se topó con un grupo de gente que la acogió. Eran gente de diferentes edades, que convivían y se ayudaban entre ellos. Cuando se los encontró tan solo eran seis, pero al cabo de unas semanas de estar viajando con ellos, llegaron a su destino. Lo que jamás se imaginó es que acabaría donde todo comenzó, en el pueblo donde asesinaron a su familia entera y donde conoció a Evan y a Mira. Allí en el pueblo se reunieron con la demás gente. Ellos la acogieron sin preguntarle nada de su pasado o vida personal, tan solo le dieron un lugar donde dormir y comida diaria. A cambio, ella trabajaba en diferentes tiendas que tenían.

No estaba segura, pero creía que permanecían a una secta o algo por el estilo. Para ellos había un único dios, al que le llamaban el dios o señor de la montaña. No sabía muy bien qué clase de poderes tenía ese dios o su historia, aunque la verdad es que tampoco mostraba mucho interés en el tema. Se limitaba a hacer su trabajo y hacer lo que le pidieran, y así sucesivamente día tras día, viviendo una vida que había perdido todo brillo y sentido para ella.

Todos eran muy amables y la trataban muy bien. Sin embargo, siempre intentaba no introducirse mucho en la vida de los demás y hacer nuevas relaciones. Prefería mantenerse alejada de todo y todos, ya que no podría soportar que su vida volviera a romperse en mil pedazos de nuevo. Había sufrido demasiado en la vida. Ahora esos momentos de felicidad junto a su familia, observar el mundo desde lo alto de los edificios comiendo una manzana con sus amigos, el hecho de sentirse viva... ahora todo eso se veía demasiado lejano, como si lo hubiera vivido en otra vida. Una vida que, por mucho que lo deseara, jamás volvería.

Normalmente ella trabajaba en la panadería, junto a otra chica unos años mayor que también pertenecía a esa secta. Se llamaba Elena, era simpática y siempre intentaba sacar temas de conversación, aunque Inari nunca estaba muy animada para reír de sus bromas o mantener largas conversaciones de cualquier tontería. Se limitaba a hacer su trabajo en la panadería, vender el pan y cuando ya era tarde cerrar junto a ella.

- Hoy ha sido un día largo, -decía Elena, mientras ambas andaban de noche por la calle, volviendo a casa- hemos tenido muchos clientes.

- Cierto –se limitó a contestar Inari.

- Ahora que se acaba el invierno de aquí poco volverá a hacerse la ceremonia, ¿asistirás tú?

- Yo... Ya sabes que yo no trato mucho con este tema, ni siquiera estoy bien informada de quién es verdaderamente y cuál es su cometido, a pesar de ya llevar dos años con vosotros.

- Tranquila, -dijo Elena con una gran sonrisa- ni siquiera nosotros sabemos quién verdaderamente es.

- Pero muy poca gente en la ciudad lo venera como vosotros.

- Cierto, pero es porque no entienden su verdadero cometido. Ellos creen que es un monstruo, un demonio que habita en la montaña. Sin embargo, están totalmente equivocados. Él tan solo se lleva las vidas de aquellos que estén preparados o que él considere que deben abandonar ya este mundo y pasar a otra vida. Porque, ciertamente, nadie sabe con exactitud lo que nos pasará cuando muramos. ¿Y si en realidad el cielo y el infierno no existen? ¿Acaso alguien ha estado allí y ha vuelto para poder contarlo? Por eso la iglesia odia a nuestra secta, porque no creemos en su mismo dios. Nos llaman los seguidores del demonio, hasta cuentan farsas donde dicen que vamos a la montaña a entregarles nuestras almas sin propósito alguno.

- Sin embargo, dices que él sí arrebata la vida de las personas y, de igual manera, el alma.

- Sí, pero no sin un propósito. La iglesia dice que es mejor no acercarse al bosque, porque allí habita este demonio y que sin compasión alguna, con solo acercarte, te matará. James, -ese era el nombre del hombre que era el líder de la secta, todos lo seguían y lo respetaban- cuando era más joven fue al bosque y se perdió. Sin embargo, terminó encontrándose con él. Dice que se asustó, porque había oído todas las historias que circulaban por la ciudad que decían que con solo acercarte ya estabas muerto. Pero nada de eso ocurrió, al contrario. El extraordinario ser le mostró el camino hasta el pueblo y no le hizo nada, volvió a casa sano y salvo. –Hizo una pausa para sacar las llaves, ya habían llegado a la casa donde convivían todos. -Con esto, lo que te quiero decir es que no es un ser que mata por vocación, alimentarse o diversión, él se lleva el alma de aquellos que ya estén preparados para conducirlos a otro mundo donde podrán existir en paz. Y ese lugar no es el cielo ni el infierno, ni siquiera lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que nuestro señor de la montaña existe y vela por nosotros. Y no lo sabemos porque la iglesia lo diga, sino porque James lo vió con sus propios ojos y nosotros confiamos en él.

Las Lágrimas de AnurWhere stories live. Discover now