Capítulo 2

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2017 d.C.

Siempre creemos que nuestras vidas son infinitas y eternas, al igual que la de las personas que nos rodean. Y cuando una de estas partes que constituyen tu vida y tu felicidad se rompen, todo a tu alrededor se desmorona y te das cuenta de que no todo es para siempre. Tu burbuja de felicidad se rompe y te deja desnudo ante el mundo exterior, un mundo cruel. Pero, a la vez, lleno de pequeñas cosas que nos hacen sonreír. Sin embargo, no es tan fácil encontrar esas cosas cuando tú ya has decidido alejarte de ellas sin darte cuenta. Prefieres centrarte en la parte triste, oscura y la que te hace preguntarte si en verdad ahora estarás bien, si vale la pena levantar cabeza y enfrentarte a todo empezando desde cero.

Toda esta clase de pensamientos eran los que invadían mi cabeza las veinticuatro horas del día cinco meses atrás. Sin embargo, al final me di cuenta de que debía ponerle fin a esto e intentar levantar cabeza. Porque, sí es cierto, que tras la muerte de mi madre toda mi burbuja, mi protección, se rompió en mil pedazos irreparables. Yo ya sabía que estaba enferma, que la hora se acercaba, pero no quería creerlo, no podía. Porque si aceptaba que mi madre iba a morir, no solo la dejaba a ella atrás, sino también una gran parte de mí.

Es que a mis diecisiete años de edad tuve que darme cuenta de que la vida no está toda llena de felicidad y, mucho menos, de que es eterna. Sin embargo, decidí darle otra oportunidad a la vida y probar de sonreírle de nuevo. A pesar de que en mi interior esa sonrisa se convirtiera en lágrimas, en el exterior mostraría los dientes y expresaría felicidad. Porque, a pesar de que mi mayor pilar se hubiera derrumbado, aún había gente a mi alrededor que me quería y no se merecía ver cómo me hundía y los arrastraba conmigo.

Por esas razones, decidí probar de buscar de nuevo la felicidad, aunque estuviera muy escondida en mi interior y antes tuviera que romper esa barrera de lágrimas. Pero, aun así, lo intentaría.

Tras todo ese razonamiento, decidí aceptar la oferta de mi tía y me fui a vivir con ella. Antes, con mi madre, vivía en una gran ciudad en la costa. Esta vez, iba a ser muy distinto, pero me apetecía un cambio, lo necesitaba. Aunque en realidad yo ya había vivido allí cuatro años de pequeña, antes de que nos mudáramos mi madre y yo solas.

- Ya verás, te gustará –dijo mi tía, apartando un momento la vista de la carretera para sonreírme. - Hace un poco de frío, espero que no te moleste.

- No, -respondí, observando desde mi ventanilla- en realidad me gusta. Donde vivíamos antes los inviernos no eran muy fríos, los echo de menos.

Observé mi rostro en el retrovisor, tenía mejor aspecto que hace unos meses. Tenía más color en las mejillas y las ojeras permanentes de debajo mis ojos ya casi no eran visibles. Es más, hasta podría decir que mi pelo castaño había recuperado más brillo. O quizás solo era mi impresión, a causa de los últimos rayos de sol que nos iluminaban, despidiéndose detrás de las colinas, dándole al cielo un color entre rosado y anaranjado. Pensé que era bonito, que era una visión agradable después de encontrarme sumida en la oscuridad durante tanto tiempo. A la vez, también me sorprendieron esos pensamientos, pero me alegré. Porque, en cierto modo, me recordaron a la yo de antes. Puede que entonces no sonriera tanto, pero lo intentaba.

Por fin dejamos la carretera rodeada de árboles y nos adentramos en la pequeña ciudad. La mayoría de las casas eran de piedra, de los mismos colores entre grises y marrones, dándole un aspecto muy acogedor. En muchas casas las chimeneas escupían humo, que se elevaba hasta el cielo y las partículas de las cenizas se perdían en el aire. A pesar de hacer bastante frío, aún no era invierno, estábamos a finales de otoño y la nieve aún no cubría los tejados ni las copas de los árboles, que nunca perdían las hojas.

A pesar de no ser aún totalmente de noche, la ciudad ya se encontraba a oscuras, a causa de la montaña, ya que el pueblo se encontraba a sus pies. No era tan alta, pero si lo suficiente. Pensé que algún día me gustaría subir hasta la cima y observarlo todo, seguro que se veían unas vistas muy hermosas.

Las Lágrimas de AnurWhere stories live. Discover now