Capítulo 20

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2017 d.C.

Tras aparecer ese pétalo Haru se fue y no lo volví a ver. Mi padre estaba vivo al volver, llamé una ambulancia y en el hospital dijeron que había sido un pequeño ataque de corazón, pero que todo estaba bien. Por suerte mi padre no había visto a Haru transformándose en el ser oscuro y ya ni se acordaba de él. Yo le dejé bien claro que no pensaba irme a vivir con él. Al ser mi tía policía y no querer que yo me fuera con él, también ayudó. Así que se marchó a vivir de nuevo a la ciudad.

Desde ese día ya habían pasado dos meses, dos largos y aburridos meses. Sin embargo, yo no quería involucrarme más en todo aquello. Desde ese día no había vuelto a ver ni a Anur ni a Haru, y es que tampoco me había acercado lo más mínimo al bosque.

Sin embargo, a pesar de querer alejarme lo máximo de ese tema, mi mente seguía pensando en la verdadera historia de esos dos personajes. Porque, sin pretenderlo, ese día Haru me había desvelado algunas cosas más. Me había dado cuenta de que él tan solo causaba la muerte si te acercabas, que era lo que le había ocurrido a mi padre. Y seguramente cuanto más cerca más te afectaba. Aunque, por alguna razón, a mí no me afectaba. Cabía la posibilidad de que Anur me estuviera protegiendo, ya que ella quería que los ayudara, o eso pensaba. Ella nunca me había dicho directamente que necesitaba mi ayuda, pero por alguna razón estaba haciendo todo aquello.

Haru también me había dado en qué pensar al decir que era el pueblo los que habían acabado con ellos. Y, a pesar de no parar de repetir que ella no estaba allí, me había dejado bien claro que no estaba muerta. Además, algunos otros comentarios me habían hecho entender que ambos eran personas que se salían de lo ordinario y que como la gente no lo entendía esa había sido la razón de que quisieran acabar con ellos. Y, por alguna razón, habían acabado siendo considerados como dioses, aunque sus intenciones tan solo eran vivir alejados de la sociedad y en paz.

Pero ahora yo ya no debía pensar más en ese tema, debía centrarme en mis estudios, en mi familia y en mis amigos. Anur y Haru se habían vuelto otra leyenda urbana más que circulaba por el pueblo y que con el tiempo se dejaría de contar y sería olvidada por todos. Porque no eran más que eso, seres ficticios.

Este fin de semana le había pedido una cosa a mi tía y esa era la razón por la que ahora nos alejábamos del pueblo y dejábamos la montaña atrás. Le había pedido ir a ver la tumba de mi madre.

Así que nos pasamos varias horas en carretera hasta llegar a la ciudad. El cementerio se encontraba a las afueras, situado a la entrada de un pequeño bosque. Aparcamos en la entrada del bosque y nos quedamos unos segundos en silencio dentro del coche. Aún no habíamos venido ninguna vez desde su muerte y la verdad es que era duro.

- ¿Te importa dejarme ir primero a solas? –Le pregunté a mi tía. -Serán solo quince minutos.

- Por supuesto, tómate el tiempo que necesites –dijo, sonriéndome y apretándome la mano, dándome ánimos.

Yo asentí y bajé del coche. La fría brisa de invierno acarició mi rostro e hizo volar mi cabello. Levanté la vista al cielo, era un día triste y gris. Igual de triste que aquel día meses atrás, que caminaba sujetando la mano de mi tía, todos vestidos de negro y derramando lágrimas. Yo los observaba a todos, queriéndoles gritar que no lloraran, que no vistieran el negro, porque no era posible que mi madre estuviera muerta. Quería que entonces alguien se pusiera a reír y me dijera que todo había sido una broma, una simple e inocente broma. Sin embargo, eso nunca ocurrió y el cuerpo sin vida de mi madre fue sellado bajo tierra.

Respiré hondo, me armé de valor y, con el ramo de flores en brazos, empecé a caminar en dirección al cementerio. Los árboles eran muy diferentes a los de la montaña, no tenían hojas y sus troncos eran lisos y blancos. Tras cinco minutos, llegué. Una puerta de hierro envuelta en enredaderas era el último obstáculo hasta ella. Así que la abrí y entré en el lúgubre ambiente del cementerio. Avancé entre las tumbas hasta llegar a la suya.

Era una simple lápida redondeada, aún con aspecto de nueva, sin musgo y plantas por encima. Sin embargo, lo que me llamó la atención no fue el buen aspecto con el que aún se encontraba. Sino la pequeña rosa blanca que descansaba encima de ella.

Me arrodillé ante la lápida y dejé mi ramo de flores variadas delante de ella. Cogí la rosa y la olí. ¿Acaso era posible que hubiera sido ella? Aunque no quería creerlo, era lo más probable. Mi madre y yo no teníamos más familiares a parte de mi tía y una rosa blanca era demasiado significativa. La volví a dejar donde estaba y observé el nombre de mi madre grabado en la blanca piedra.

- Mamá, –dije, acariciando su nombre- me han pasado muchas cosas, tengo tanto que contarte.

Apoyé mi espalda contra la lápida y le conté todo lo que me había ocurrido desde que ella había fallecido. Desde que me había ido a vivir con mi tía hasta que mi padre había aparecido para llevarme con él y un ser del cual es difícil de creer su existencia casi me había matado. Aunque ella no estaba allí físicamente, me sentí aliviada al contar en voz alta todo aquello.

Volví a coger la rosa, con cuidado de no pincharme, y la observé. ¿Acaso era esa su forma de pedirme disculpas por lo que había ocurrido? Sinceramente, a pesar de ir atando cabos, en realidad no sabía nada. Había pretendido entrar en un mundo al cual yo no pertenecía y había creído que podía hacer de detective y averiguar todo lo que había ocurrido. Pero no era tan simple, la realidad era mucho más dura y complicada.

Sin embargo, al ver esa rosa, no podía evitar no pensar en cómo se sentían ambos. A los dos los había visto en visiones que ella me había mostrado, pero las miradas y los sentimientos en esas visiones no eran para nada lo que se reflejaba en la realidad. Ahora los ojos de Anur estaban llenos de tristeza y vacío, mientras que los de Haru tan solo reflejaban odio y soledad.

A mi mente vinieron las palabras de Haru, que me había gritado con tanta angustia y tanto pesar: "¡Qué sabrás tú de la soledad!". En ese momento quise pensar que sabía muy de qué se trataba estar solo, nunca me había sentido tan sola como después de la muerte de mi madre. Sin embargo, a pesar de sentir la falta de algo, yo no estaba sola. En todo momento estuvo mi tía a mi lado, dándome apoyo. Y ahora tenía a mis amigos, a Cristina y a Alex y a más gente del pueblo. No estaba sola. Así que sus palabras eran totalmente ciertas, ¿qué sabía yo de la total soledad? El sentimiento de sentir que no eres necesitado por nadie, que si en ese preciso momento desaparecieras nadie se daría cuenta y, por lo tanto, a nadie le importaría.

¿Era así cómo se sentía él? ¿Se sentía tan solo que era capaz de matar a alguien por pura desesperación y angustia? Más o menos podía imaginarme la relación que mantenían y se podía apreciar lo que llegaban a necesitarse el uno al otro. La verdad es que deseaba saber con todas mis fuerzas cuál era su historia, que se escondía tras esos ojos grises llenos de tristeza y esos ojos azules llenos de odio.

Al pensar en las palabras de Haru y darme cuenta de lo realmente solo que se sentía, me di cuenta de lo triste que debía ser vivir de esa forma. Nadie con quien hablar, nadie con quien puedas contar, nadie por quien sentirte acompañado. Absolutamente nada, tan solo un vacío.

Y, en ese momento, observando la pequeña rosa blanca, me decidí: iba a ayudarlos. Aunque eso supusiera arriesgar mi vida acercándome a Haru de nuevo, sabía que Anur estaría allí para mí, porque ese pétalo no había sido una coincidencia y él lo sabía también.

- Mamá, -dije en voz alta- voy a ayudarlos. –Me puse en pie, volviendo a dejar la rosa sobre la lápida. -Inari, -añadí, pronunciando su verdadero nombre- voy a hacerlo, pero necesito que me ayudes. Porque yo voy a hacer todo lo que me sea posible para que volváis a estar juntos. Te lo prometo.


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Holaa, perdón por tardar tanto en subir capítulo de nuevo. A partir de ahora volveré a publicar regularmente.

Espero que disfrutéis del capítulo y, como siempre, gracias por seguir leyéndome! <3


- P

Las Lágrimas de AnurWhere stories live. Discover now