Capítulo 11

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1007 d.C.

Nunca sabemos cuándo y cómo vamos a morir. La muerte es incierta e inesperada. Sin embargo, a veces debemos aferrarnos a la vida con todas nuestras fuerzas y, a pesar de querer abandonar y rendirte después de una vida que te preguntas si ha valido la pena, resistir. Porque no podemos saber lo que hay escrito en las páginas de nuestro futuro y si no llegamos a leerlas jamás sabremos si va a mejorar o no. Así que debemos aguantar, resistir y aferrarnos a la vida.

Esa era la lucha interna que tenía Inari. Deseaba abandonar, dejarlo todo atrás y descansar en paz de una vez. Sin embargo, una pequeña parte en su interior le recordaba que, pasara lo que pasara, debía vivir. Porque las dos veces que le habían pedido que huyera no habían sido en vano, no lo serían. Adam y su padre no habían muerto para que ahora ella, teniendo la oportunidad de observar el mundo una última vez, se rindiera y dejara que la vida se le escurriera entre los dedos. Así que apretó los puños con fuerza y, cogiendo una gran bocanada de aire, abrió los ojos.

Lo primero que hizo fue comprobar su pecho, allí donde James le había clavado un puñal. Sin embargo, su piel estaba intacta. Pero sabía que no había sido un sueño, porque sí que tenía el agujero en la ropa a causa del filo de la hoja del cuchillo. Además de esa herida, las de los brazos también estaban curadas. Eso sí, las letras que se habían grabado como por arte de magia en la piel de sus brazos seguían allí. No entendía cómo ahora se encontraba en perfectas condiciones y se sentía igual que siempre.

Se incorporó, estaba tumbada sobre una tabla de madera en una habitación cerrada. La puerta se abrió y apareció un chico que formaba parte de la secta. Cuando la vio se quedó de piedra y murmuró:

- Estás viva. –Dicho eso, cerró la puerta de golpe y se oyeron sus pasos corriendo pasillo abajo.

Inari no perdió ni un momento, se puso en pie y comprobó que la puerta no estaba cerrada con llave. No pensaba quedarse con esa secta de locos que adoraban a alguien inexistente y que la habían matado, o eso le había parecido, para que se reuniera con él.

Salió al pasillo y oyó la voz de oamen desde lejos gritando:

- Si la encontráis aseguraos de matadla, no dejéis que escape. Ha sido un error que esté viva.

Sin pensárselo salió corriendo por el pasillo. Se encontraba en el edificio de la secta, en la segunda planta, donde estaban los dormitorios. Sin embargo, antes de que pudiera salir fuera, se encontró con dos personas. Al verla se quedaron boca abiertos, al igual que al primero. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero debía salir de allí lo antes posible. Intentó continuar, pero le cortaron el paso.

- No podemos dejarte pasar, no deberías estar con vida –dijo la chica, observándola con horror.

- Dejadme ir, estáis todos locos –exclamó Inari, enfurecida con todas esas personas. No podían decidir por los demás qué hacer con sus vidas, ellos habían tomado la suya y la habían usado como habían querido.

Antes de que ocurriera nada más, Inari sintió un fuerte dolor de cabeza extendiéndose desde sus sienes. El dolor cada vez era más intenso y cayó de rodillas, agarrándose la cabeza con ambas manos y cerrando los ojos con fuerza. Hasta que, de repente, paró y pudo volver a respirar de nuevo con normalidad. Sin embargo, al abrir los ojos, las dos personas ya no se encontraban barrándole el camino. Estaban en el suelo sin vida. Tan solo estaban tumbados, con los ojos cerrados, podría decirse que estaban durmiendo o sin consciencia, pero de alguna forma ella sabía perfectamente que estaban muertos.

Desde el otro lado del pasillo vio aparecer a dos hombres y detrás de ellos a James, que observaron la escena con horror. Los dos hombres empezaron a correr hacia ella, pero el líder los detuvo.

Las Lágrimas de AnurOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz