El juego de la botella

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La idea de pasar Fin de Año separada de sus amigos, con sus padres, en una fiesta de completos desconocidos no atraía nada a Patricia. Casi la aterraba. Nunca se le había dado bien hacer amigos, su timidez se lo impedía. Por suerte, cuando llegó nueva al instituto, Toni se había acercado a ella. De ahí, había surgido una amistad, junto con otros amigos de él que se habían convertido en los suyos.

Se miró en el espejo para comprobar que todo era perfecto, tal y como sus padres exigían, pues la fiesta era de unos clientes que habían querido invitarlos. Se había decantado por un color de labios poco llamativo pero elegante. Una sombra de ojos de un rosa dorado y se había pintado de forma sutil la línea que destacaba el color marrón de sus iris. Llevaba un vestido negro brillante ajustado de manga larga, que le llegaba hasta la mitad de los muslos. El pelo negro ondulado lo llevaría suelto, enmarcando su rostro salpicado de pecas. Y unos zapatos de poco tacón.

—¿Estás lista?

—Sí, mamá.

Cogió un pequeño bolso dorado de fiesta y un abrigo de pelo y salió hacia el coche con sus padres. Por el camino, estos le dieron indicaciones exactas de cómo comportarse. Patricia apenas los escuchaba, centrada como estaba en el móvil leyendo el chat grupal que compartía con sus amigos. Hablaban sobre lo que llevarían a la fiesta a casa de Toni, después de tomar las doce uvas con sus respectivas familias.

Patricia suspiró, derrotada. Había intentado convencer a sus padres de que la dejaran ir, alegando que su presencia no era necesaria en la fiesta de sus clientes. «¿Qué imagen de familia daríamos si no vienes con nosotros?». Así era como habían zanjado la discusión.

Llegaron a un hotel, en cuyo ático se celebraba la fiesta. Un aparcacoches les abrió las puertas y se llevó el vehículo. Su madre se cogió al brazo de su padre y entraron con ella siguiéndolos a unos pasos, haciendo grandes esfuerzos por no echar a correr.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el último piso, vieron con sus propios ojos que la fiesta era por todo lo alto. Aquí y allá había luces y decoración navideña de lo más sofisticada. Camareros pasaban con diminutos canapés y copas de champán. Los invitados iban con sus mejores galas, y Patricia se sintió fuera de lugar.

—Venga, intégrate —le indicó su madre susurrándole al oído, señalando con la mirada un grupo de jóvenes que reía.

Sus padres se alejaron de ella mezclándose entre la gente, saludando a cuantos se encontraban. Patricia se quedó allí plantada, con las manos sudorosas y las piernas temblando.

—¿Me permite su abrigo?

A su lado había un hombre trajeado con una mano extendida. La joven se sonrojó sin saber por qué. Asintió y se lo dio.

Volvió a quedarse sola. Antes de convertirse en el centro de atención por parecer una tonta ahí parada, avanzó, comió un par de canapés y se hizo con un vaso de refresco. Vio que había varias terrazas y en ellas gente sin abrigo. Se dirigió hacia una de ellas y descubrió varios calentadores que impedían que el frío dominara. Avanzó hacia el fondo y se apoyó en la barandilla, observando la ciudad iluminada a sus pies y leyendo y hablando por el móvil para pasar el rato. También aprovechó para escribir un nuevo capítulo de su novela. La inspiración llegaba en los momentos más inusuales, o cuando más la necesitaba.

Poco antes de las doce, sus padres la encontraron y la arrastraron con ellos para presentarla y tomar las uvas.

Tras felicitaciones por el Año Nuevo y un brindis, Patricia se escabulló a su rincón de la terraza, con la esperanza de seguir escribiendo.

—¡Ey!

Una chica con un mono rojo la interceptó.

—Eh, hola.

—¡Feliz Año Nuevo! —Le plantó dos besos—. ¿Quién eres? No te conozco.

—Soy la hija de Sandra y Gorka. —Al ver que la otra chica levantaba una ceja, continuó—: Los asesores fiscales de...

—¡Ah, sí! Al menos tú pintas algo, yo solo soy una amiga del hijo del dueño del hotel...

«Pues para ser "solo" eso estaba muy bien integrada con los demás», pensó Patricia.

—Me llamo Sofía. Vamos ahora a jugar al juego de la botella en la terraza de luna, ¿te apuntas?

—Yo...

Pero Sofía no le dio tiempo a poner excusa. La cogió de la mano y la arrastró por unas escaleras en las que Patricia no había reparado. Arriba, giraron a la izquierda y atravesaron unas puertas de cristal abiertas que daban a una terraza con forma de media luna. A un lado, había una mesa baja de cristal y sofás y sillones alrededor, ya ocupados por el grupo de chicos y chicas que había visto antes.

—¡Traigo a otra jugadora! Se trata de... —Sofía la miró, dándose cuenta de que no sabía su nombre.

—Patricia —musitó con timidez.

Todos la saludaron y se presentaron, invitándola a sentarse con ellos. Sobre la mesa estaba ya preparada la botella, una de ron ya vacía.

—¿Quién quiere hacer los honores? —preguntó un chico increíblemente guapo.

La recién llegada se puso todavía más nerviosa. Nunca le había gustado aquel juego, le parecía una estupidez. Aunque podía servir de excusa para besar a quien te gustara, ello conllevaba besar a otras personas a las que quizás podría no apetecerte. Intentó mimetizarse con el sofá para pasar desapercibida.

—Yo misma.

Sofía se inclinó hacia delante e hizo girar la botella. Esta dio vueltas rápidas que poco a poco se fueron ralentizando. Hasta que la boca de la botella señaló a Patricia. El otro lado apuntaba a quien la había hecho girar. La rubia del mono rojo rio entusiasmada y todos aplaudieron y soltaron vítores.

Patricia tragó saliva mientras Sofía se acercaba a ella con una sonrisa traviesa. Para no parecer una aburrida, la morena se echó también hacia delante, apoyando las manos sobre la mesa. Los ojos verdes de Sofía estaban cada vez más cerca, y esos carnosos labios que en algún momento habían llevado carmín. Sin percatarse, Patricia cerró los ojos y dejó que sus labios fluyeran hacia los otros hasta unirse.

Un calor le subió desde el vientre, al sentir la suavidad del beso, el dulce sabor de Sofía que aceleró su corazón.

Un sabor que la acompañaría durante semanas.


Las páginas de una historia de amorWhere stories live. Discover now