12: La hija del monstruo

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Itzmin abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en la habitación del Ahuízotl. En ese momento fuertes dolores le golpearon en distintas partes de la cabeza, lo que lo hizo retorcerse de dolor. Podía sentir cómo los recuerdos que se habían dormido en su viaje al Xoxokochistli estaban comenzando a despertar.

Cuando la cabeza le dejó de doler, se reincorporó y miró el muro frente a él. El portal a ese mundo había desaparecido, ahora habría que buscar una forma de volver a abrirlo. Ya se preocuparía por eso después.

Como cerca de él no vio ni las flores ni al Ahuízotl, fue corriendo a la habitación de Akauali. Ahí se llevó una gran sorpresa: el Ahuízotl estaba sentado junto a la cama de la muchacha y había un recipiente de barro con un líquido de color ámbar del que salía vapor.

El Ahuízotl reparó en su presencia, giró la cabeza y lo miró.

—Lo hiciste bien, mocoso —dijo con su amenazante voz aunque trataba de sonar amable—. Si he de ser sincero, no esperaba que lo lograras.

Itzmin no respondió, se acercó y se sentó del otro lado de la cama.

—¿Estará bien? —preguntó sin dejar de ver a la muchacha.

—Logré prepararle el remedio y ya se lo administré, ahora necesitará descansar y que le des otra dosis cada vez que despierte. Pero si sobrevive ya dependerá de ella.

Esa declaración sorprendió a Itzmin.

—¿Qué quiere decir? —preguntó el muchacho.

El Ahuízotl se puso de pie, se dio media vuelta y dijo:

—Pregúntaselo tú, ahora ella es tu problema. Deberás cuidarla y también cumplir con las obligaciones de la casa. Si fallas, los mataré a ambos.

Itzmin se limitó a asentir con la cabeza y luego el Ahuízotl salió de la habitación. Ya a solas, se giró a ver a Akauali y suspiró.

—¿Qué secreto guardas?

***

Akauali abrió los ojos. Todavía le dolía el cuerpo, se sentía con fiebre y el estómago le daba vueltas, pero ya no sentía que fuera a morir. Giró la cabeza a la derecha y por el agua oscura que podía ver en la ventana supo que era de noche. Giró la cabeza a su izquierda y ahí se topó con...

—Hola —saludó Itzmin con una sonrisa, sentado al lado de su cama.

—El amo me dijo lo que hiciste por mí —dijo ella sin moverse de la cama—. No debiste hacerlo.

Itzmin respondió:

—No fue ningún problema...

—No —le interrumpió Akauali mirándole molesta—. En serio no debiste.

Itzmin se sorprendió y preguntó:

—¿A... a qué te refieres?

La muchacha miró al techo y respondió:

—Yo... quería morir.

—¿Qué? ¡¿Pero por qué?! —exclamó Itzmin todavía más sorprendido.

La muchacha volvió a mirarlo y respondió:

—La muerte me haría libre.

Esa revelación sorprendió a Itzmin.

—¿Tanto así quieres escapar del amo? —preguntó el muchacho.

Una vez más Akauali miró al techo antes de responder:

—Del amo... de todo.

La sorpresa de Itzmin no hacía más que aumentar.

La tierra del AhuízotlWhere stories live. Discover now