09: La puerta

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Itzmin abrió los ojos. Parpadeó un poco, miró por la ventana y vio que aunque algo de luz de día se colaba por ella, estaba difuminada por un muro de agua y le sorprendió ver tras él a peces de varias formas y colores reemplazando a las aves que veía en la ventana de su habitación en casa de sus padres. Si no fuera consciente de lo que estaba viendo, eso le habría asustado.

Y hablando de rarezas, Itzmin se giró al techo y trató de recordar su sueño, sin éxito. No había soñado con otros mundos y si lo había hecho, lo había olvidado, lo que de cierta forma agradeció porque ya le estaban pasando suficientes cosas raras como para todavía soñar con más.

Decidió levantarse para prepararse para el día que le esperaba, así que se reincorporó, la sábana cayó de su pecho hasta su abdomen y cuando se la iba a retirar, la vio. Al lado de la puerta de su habitación y sentada sobre sus pantorrillas estaba Akauali observándole con una mirada inexpresiva en su rostro.

—¡Ay! —exclamó Itzmin sorprendido por la presencia de la muchacha, pero en ese momento recordó que estaba desnudo y se apuró a cubrirse con la sábana—. ¡¿Cuánto tiempo llevas ahí?!

Sin alterar su inexpresividad, Akauali respondió:

—Lo suficiente.

Con la cara roja, Itzmin no sabía cómo tomar esa respuesta.

—El amo quiere que te enseñe de inmediato los que serán tus deberes —dijo la muchacha poniéndose de pie—. Así que vístete y apúrate para que desayunes y comencemos con tus instrucciones.

—Claro, claro... —dijo Itzmin, pero no se movió.

Akauali pareció entender la indirecta, se puso de pie y dijo:

—Te esperaré afuera.

Y al fin salió de la habitación.

Ya a solas, Itzmin suspiró, se quitó la sábana y ahora sí salió de la cama. En su pueblo cuando se es niño no había mucho problema con ir desnudos, pero cuando uno crece ya era un temor natural entre los adolescentes mostrarse desnudo ante personas del sexo opuesto, ya que si la otra persona veía algo que no le gustaba, sería un duro golpe para el ego de uno.

Itzmin pensaba en eso mientras acomodaba en su baúl la ropa que había traído de su casa y luego elegía un pantalón y una manta para vestirse. Una vez su desnudez estuvo cubierta, salió de la habitación y tal y como había dicho, Akauali le esperaba en el pasillo el cual estaba tan iluminado por la luz natural como su habitación.

Itzmin se quedó mirando por un momento el rostro de la muchacha. Con una luz más natural las ojeras que había bajo sus ojos eran más notorias, el muchacho no pudo evitar preguntarse si se deberían a las duras jornadas laborales a las que el Ahuízotl la sometería o a algo más.

—¿Qué? —preguntó de pronto Akauali.

—Eh... nada —respondió Itzmin desviando la mirada.

La muchacha no le dio más importancia y dijo:

—Por aquí —comenzando a avanzar por el pasillo.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Itzmin observando con más detenimiento los adornos del pasillo.

—Un castillo —respondió Akauali como si no fuera obvio.

Itzmin torció la boca por la respuesta, no sabiendo si la muchacha se estaba burlando de él o de verdad había contestado la pregunta.

—No —se corrigió Itzmin—, me refiero a que cómo es posible que haya un castillo bajo el agua.

—El castillo ya estaba aquí cuando llegué —respondió la muchacha dando una vuelta en una esquina—. Supongo que el poder del amo es tal que construir un castillo bajo el agua es poca cosa para él.

La tierra del AhuízotlWhere stories live. Discover now