08: Sirvientes

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Itzmin corría a todo lo que le daban sus piernas. Durante el trayecto nadie le detuvo, ya fuera porque estuvieran impresionados por su decisión o porque todavía no les habían llegado las noticias.

Llegó a su casa, abrió la puerta y encendió una vela, con ella subió hasta su habitación, tomó un saco y empezó a llenarlo con sus pocas pertenencias.

—¿Se puede saber qué estabas pensando? —preguntó alguien tras él.

El corazón de Itzmin dio un vuelco, se dio la vuelta y con la vela iluminó hacia la puerta de su habitación, encontrándose con Teocuali.

—¿Mis papás vinieron contigo? —preguntó el muchacho asomándose por la puerta de su habitación.

—No, se están tomando su tiempo porque traen a tus hermanas y a tu abuela, por eso me adelanté.

Sabiendo ahora que en la casa solo estaban ellos dos, Itzmin continuó empacando mientras le explicaba a su amigo las razones detrás de su actuar.

—Esta es la oportunidad que estaba esperando —comenzó Itzmin entre emocionado y nervioso mientras seguía empacando.

—¿De qué te maten? —preguntó Teocuali irónico.

—¡¿Qué?! ¡No! —respondió Itzmin revisando el saco y viendo que llevaba cosas suficientes— De estar cerca del Ahuízotl.

Teocuali entendió de inmediato lo que tramaba su amigo.

—Ay no... —dijo llevándose una mano a la cara.

Sin embargo, aunque Teocuali parecía entender a dónde iba su amigo, Itzmin decidió explicarse:

—Mira, tú y yo sabemos que el Ahuízotl no puede morir, pero si voy a vivir con él, tal vez descubra su punto débil y pueda aprovecharlo para acabar con él de una vez por todas.

Teocuali suspiró y dijo:

—¿Te has puesto a pensar en las consecuencias de tu loca idea? Nuestra cultura gira alrededor del Ahuízotl, ¿qué pasará si lo destruyes? ¿Y si de verdad la situación sigue peligrosa fuera de nuestras tierras?

Itzmin dejó caer los hombros y dijo:

—No podemos seguir atrapados en este pequeño mundo, debemos ver lo que hay más allá, por nuestra cuenta.

Teocuali torció la boca y preguntó:

—¿Estás seguro de que no lo haces por tu deseo de ver otros mundos?

Itzmin desvió la mirada de su amigo.

—Tal vez —fue lo único que dijo.

Teocuali negó con la cabeza, pero le puso la mano en el hombro a su amigo y dijo:

—Sea la razón que sea, solo te pido que tengas cuidado. Y supongo que nos volveremos a ver en los siguientes festivales.

Itzmin levantó la cabeza, sonrió y asintió.

Los dos amigos salieron de la casa justo cuando el resto de la familia llegaba.

—¿Por qué lo hiciste? —fue lo primero que le preguntó su madre mientras su abuela entraba en la casa.

Itzmin bajó la cabeza y respondió lo mismo que le había dicho al Ahuízotl.

—Sentí que debía hacerlo.

La madre ya no dijo nada y se limitó a abrazar a su hijo. Una vez se separaron, Itzmin miró a su padre, el cual se veía apenado.

—Itzmin... yo... —intentó decir el hombre, pero Itzmin se adelantó.

La tierra del AhuízotlWhere stories live. Discover now