Capítulo XXII

1.5K 55 7
                                    

POV: Juanjo

- No te equivoques, si no fuera por ti no habría ocurrido. Sin ti no sería capaz de cambiar, no sería lo suficientemente valiente para mirar a la cámara y darte un beso sin importar lo que le diga la gente, no sería capaz de ponerme unos pantalones anchos y no sería capaz de mostrar mis hombros. Has hecho que mis complejos desaparezcan, has hecho que me mire al espejo y me sienta seguro y eso es algo que hay que agradecer.

- Al final vas a conseguir que me ponga rojo, eres muy mono Juanji, en serio. Siempre voy a estar para ti, cuando no veas a nadie a tu lado no te pongas triste porque a mí siempre me vas a tener ahí. Me alegro mucho de ver como tus complejos desaparecen porque quiero que sepas que eres perfecto, no cambiaría absolutamente nada de ti porque tú eres así y tus padres te han hecho así, no deberías sentirte mal por como eres.

- No es tan fácil Martin, tú no lo sabes porque no lo has sufrido pero es un sentimiento terrible. Antes de que tú llegases a mi vida no podía mirarme al espejo sin ponerme a comprobar cada mínimo detalle, me asustaba lo que pensase la gente al verme por la calle, no me gustaba lo que veía. No me gustaba enseñar mis hombros, no me gustaban los pantalones anchos, no me gustaban los cinturones porque nunca me habían hecho falta y me sentía horrible con ellos, odiaba mi cara y sobre todo odiaba mi nariz. Cuando llegaste tú todo cambió, hiciste que me sintiese seguro con un pantalón ancho, una camiseta de tirantes o con un cinturón. Me hiciste sentir que mi cara era perfecta a cualquier hora del día, lograste que me gustase lo que veía en el espejo; algo que no había logrado ni siquiera mi familia.

- Tampoco es para tanto Juanjo. Te quiero mucho de verdad, todo esto lo hago porque te quiero y porque sé que vales mucho pero no te valoras los suficiente a ti mismo; deberías amarte más, mirarte al espejo y sonreír, animarte a ti mismo cada día. Te voy a cuidar siempre y si hace falta te demostraré cada día lo mucho que vales, eres lo mejor que me ha pasado nunca Juanji. Si es necesario nos pondremos los dos delante de un espejo y te explicaré la razón por la cual me gusta cada parte de tu cuerpo, los brazos, las piernas, la nariz o si quieres te explico por qué me gustan tanto tus labios.

- Yo también te quiero mucho Martin, gracias por estar siempre ahí para mí y gracias por decirme siempre lo que sientes y no lo que necesito escuchar, eso te hace muy valiente. Me gusta mucho la idea de ponernos delante del espejo así que ya me dirás cuando te viene bien porque yo para ti ya sabes que estoy siempre disponible. Todo eso suena muy bien, pero quiero saber por qué te gustan tanto mis labios, ¿me lo explicas? - dije yo reduciendo la distancia entre ambos y quedando a escasos milímetros de sus labios.

- ¿Quieres que te lo explique o que te lo demuestre?

- Cualquiera de las dos me vale pero me decanto por la segunda.

- Me gustan tus labios porque cuando los beso siento como una explosión, siento que estoy rozando con mis manos el paraíso; siento que lo tengo todo. Tus labios son preciosos, encajan a la perfección con los míos; incluso parece que fueron hechos a medida - susurró Martin recortando aún más la distancia entre ambos.

Cuando Martin terminó de hablar yo sólo pude quedarme mirando sus labios, no podía apartar la mirada de ellos pero esta vez quería que fuese él el que tomase la iniciativa de besarlos.

- Estás muy pegado a mí Martin, ¿no quieres demostrarme por qué te gustan tanto mis labios?

- La verdad es que no sé si quiero romper la burbuja que tenemos ahora mismo.

- Quiero que lo hagas, rómpela por favor.

- Es la primera vez que me pides algo así. ¿Qué quieres que haga Juanji?

- Lo sabes perfectamente y como no lo hagas ahora mismo te juro que me voy y te quedas solo aquí.

- ¿Tantas ganas tienes?

Juanjo no podía dejar de mirar los labios de Martin, cada vez tenía más ganas de besarlo y el menor lo único que estaba logrando era exasperarlo más. Juanjo hizo el amago de alejarse cuando Martin le agarró del brazo y lo empujó contra su pecho besándolo en el acto.

El beso para Martin fue como rozar el paraíso, cada vez que besaba al maño se sentía como si tocase las puertas del cielo; lo había besado muchas veces pero no se cansaba de hacerlo, nunca lo haría. Su corazón empezaba a latir como nunca lo había hecho con nadie, Juanjo era diferente a los demás.

Para Juanjo el beso se sentía como volver a su infancia, se convertía en un niño feliz y se sentía querido de nuevo, se sentía valorado. No se cansaría nunca de besar a Martin, cada vez que lo hacía sentía algo que lo recorría por dentro, se le ponía la piel de gallina y el corazón le latía de manera desenfrenada. Sabía que Martin iba a ser diferente, lo suyo tenía que ser diferente.

- ¿Te ha gustado la demostración o necesitas que lo haga otra vez?

- Me ha encantado pero creo que no ha sido suficiente, si fuera tú no me arriesgaría a perderme.

- Si hace falta pego mi boca a la tuya con tal de no perderte.

- No sabía que eras tan pasteloso cariño.

- Y lo dice el chico que desde el primer día ha querido dormir conmigo y no me suelta en toda la noche por miedo a que me escape.

- Que gracioso eres, no puedo contigo.

- Pues anda que yo contigo, estás muy gracioso últimamente.

- Lo provocas tú, es verte y reírme. Por cierto, me gusta mucho que me llames Juanji.

- ¿Tengo una cara graciosa entonces?. A mí me gusta que me llames cariño, al final el pegajoso vas a acabar siendo tú por lo que veo.

- La verdad es que sí, cada vez que te veo me río, supongo que es por tus ironías taaaaan graciosas. ¿Vas a demostrármelo otra vez?, me he quedado con ganas.

- Al final el que se va a ir soy yo como sigas con esas bromas. No, esta vez quiero que lo hagas tú, demuéstrame lo mucho que me quieres.

- Es que eres un picón en serio, te encanta picarme y lo sabes, sé que lo haces adrede. Además, deberías saber que si tú te vas de aquí yo me voy contigo, no te voy a dejar solo.

- Claro, no vaya a ser que me secuestre el cocinero para daros de comer.

- Es que eres más gracioso hijo mío, es abrir la boca y reírme. No es por eso, no voy a dejarte solo porque te quiero y quiero aprovechar el tiempo contigo.

- Que bonito eso que me has dicho pero aún así puedes irte a la - no le di tiempo a reaccionar porque le pegué a mí y pegué mis labios a los suyos.

Le agarré de la nuca y Martin empezó a acariciarme del pelo. Con la otra mano le cogí de la cintura mientras que él me agarró del cuello. No podíamos parar de besarnos, sus labios eran una droga a la que yo me había vuelto adicto, pensar en separarme de él me producía un vacío interior al que no le encontraba solución.

- Chicos, ¿qué estáis haciendo?


Reescribiendo las estrellasWhere stories live. Discover now