12. Carta

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"La marea es a lo único que no puedes ir en contra, no importa cuánto te aferres a la arena o cuánto trates de resistirte. Llegará el momento en que sucumbiras a ella. "
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—¿Rena? —Salí de mis pensamientos, parpadeando y tratando de recordar de lo que estábamos hablando.

—¿Te encuentras bien? —susurró, está vez Andrómeda.

—Sí... Solo estaba recordando algo. —Lucius que estaba enfrente, siguió mirándome fijamente, me sentía expuesta, así que aparté la vista.

—Nos estabas contando el porqué odiabas las calabazas —Barty parecía bastante interesado con el relato—. Quedaste en dónde te escondías del fantasma, mencionaste a tu hermano.

—No recuerdo muy bien ese día, tengo vagos recuerdos de ver a Severus y salir de ese lugar. —Tome un sorbo de jugo.

—Pero... —Se quejo Crouch.

—Bartemius —sentenció Lucius—. Todos tenemos nuestros secretos y recuerdos que preferimos olvidar, ¿no es cierto, Prince?— Lo mire a los ojos, estos tenían un brillo algo inquietante si me lo preguntan, como si... Cómo si supiera algo.

Cerré los ojos tratando de aparte ese último recuerdo de la noche de Halloween, después de eso, todo mi amor y cariño por la noche de brujas se esfumó, no me arrepentía o tal vez sí..., pero ahora eso no importaba, lo hecho, hecho está, no se puede retroceder en el tiempo y cambiar las cosas, y si se pudiera, querría que Severus no se hubiera visto implicado.

Dejamos el tema aparte y seguimos el desayuno con normalidad, y como ya era costumbre cientos y cientos de lechuzas volaban por el gran comedor, la cantidad era mucho más que otros días.

—¡Rena, mira! —Alzó la voz Trix, señalando a su lechuza Kill, que venía con una carta en su pico, una emoción se apoderó de mí.

Mamá me había escrito.

La lechuza dejó caer la carta en mi regazo y se marcho del enorme salón, observé la carta con euforia y le dedique una gran sonrisa a Bella, la cual me devolvió.

—¿No es tu lechuza, Bellatrix? —preguntó Rodolphus confuso—. ¿Por qué le entrega una carta a Snape?

—Vaya que es chismoso. —Me susurró la Black mediana en el oído. Solté una risa que fue imposible ocultar.

—Escuche eso... —Ahora fue Bella la que rio conmigo.

—Le preste mi lechuza a Rena, no veo problema. —Levantó los hombros restando importancia al asunto.

—¿Cómo regreso tan rápido? —pregunté ahora está vez—. Digo, hace tal vez dos horas que se fue, el recorrido es largo, es prácticamente imposible.

𝓔𝓵 𝓝𝓲𝓭𝓸 𝓭𝓮 𝓢𝓮𝓻𝓹𝓲𝓮𝓷𝓽𝓮𝓼 - 𝐻. 𝑃.〘𝙼𝚎𝚛𝚘𝚍𝚎𝚊𝚍𝚘𝚛𝚎𝚜〙Where stories live. Discover now