Imperio Romano 2 (Remake)

518 35 1
                                    


TW: ABUSO SEXUAL Y SANGRE.

Regrese a Roma, con una nueva bailarina exótica a mi lado.
Me traje a Egipto por varias razones; la primera por que es entretenida de ver, sin hacer nada me entretenía, la segunda por ser extremadamente atractiva.
No era voluptuosa, hasta diría que no tenía tanto como las demás traductoras, pero si tenía curvas.

Pero a la hora de probarle su vestuario gitano, me dio asco ver como los demás hombres la miraban.
Claro que se podría apreciar su belleza aunque tuviera una tela mugrienta en el cuerpo, pero nadie más podía verla.
SOLO.YO.

Así que la cubrí de pies a cabeza, solo dejándole los ojos a la vista; ahora tendría el trabajo de ser mi mucama personal.

Necesitaba un descanso, y me lo di en la sala real, donde estaban mis mejores soldados y las bailarinas exóticas. Era un círculo, con sillones y telas suaves alrededor, el centro despejado mientras los esclavos servían de comer u tomar a los lados. El humo de hierbas y las velas hacían que el cuarto estuviera caliente.

Espere justo a la noche para no llamar la atención del pueblo.

- Vamos Judea... baila un poco más - le gritaban los soldados.

Judea cayó al suelo, sus talones ensangrentados de tanto dar vuelta en el suelo áspero. Me miró con ojos de súplica, pero después del problema que armó al matar a uno de mis soldados, merecía seguir sufriendo.

Dacia servía vino mientras era manoseada por los soldados, metiendo mano en cualquier recorte de tela que daba hacia sus orificios.

Me reía de solo verla retorcerse.

Mesia igual bailaba, pero se veía pálida y desnutrida, los moretones en su piel no le hacían favores. Nadie la tocaba por el asco que daba.

Chasquee los dedos, señal para que Egipto se acercara a atenderme.

Se acercó lentamente, la cadena en su pierna arrastrándola.

- Sírveme más vino - le ordené.

Fue a buscar la jarra, bajándola de la repisa más alta, tambaleando un poco por el peso.
Me reí en susurros, observándola acercarse con dificultad para servirme un vaso.

Me sirvió en mi copa, pero la quité antes de tiempo, derramando vino de la jarra en mi prenda blanca.

Egipto saltó hacia atrás temblando

- D-Disculpa - tartamudeo, sus ojos abiertos en pánico mientras buscaba agua y un trapo en las repisas.

- Uuuuh, le tocará castigo - uno de mis soldados aulló al ver la escena. 

- ¿Látigos o clavos emperador? - uno bromeó, todos riendo en unísono.

Egipto se hincó enfrente de mi en el áspero suelo, pude escuchar la piel en sus rodillas rasparse, mientras mojaba un poco la toalla e intentando limpiarme.

- No hay manera de quitar esa mancha cariño - el soldado exclamó.

Egipto me miró con ojos llorosos, sus manos temblando mientras apretaba el trapo, alejándose poco a poco.

- Lo siento - bajo la mirada - No fue mi intención.

Aunque me encantaría tener una razón para castigarla, en realidad si había sido mi culpa por quitar la copa antes. Pero no podía mostrarle a los demás soldados que podía NO castigar a alguien.
Ellos necesitaban entretenimiento.

- Ve al cuarto y tráeme otra prenda - le ordené.

Ella asintió rápidamente, levantándose para irse pero la cadena la jalaba hacia atrás, haciéndola caer de nuevo de rodillas.
Los hombres rieron, pero yo no pude.

Representantes Where stories live. Discover now