Egipto 10

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31 A.D.C

- Egipto... Egipto despierta - Romano me sacudió el hombro con suavidad.

Abrí los ojos con un poquito de dificultad, mirándolo sentado al borde de mi cama.

- Feliz cumpleaños - me susurro, sonriendo mientras me frotaba la mejilla.

Era verdad, mi cumpleaños 17 era hoy.
Me senté lentamente, frotándome los ojos para quitarme las lagañas.

Escuché un sonido de papel, al quitarme las manos de la cara vi un regalo envuelto en papel en mis piernas

- Ábrelo - Romano puso sus manos en sus piernas.

- No tenias por que hacerlo - sostuve el regalo, se sentía suave, a veces escuchando algo moverse de lado a lado.

- No lo pienses, solo ábrelo.

Rompí la envoltura, un collar de oro asomándose primero, lo sostuve para verlo con claridad, tenía muchas esmeraldas incrustadas brillaba a montones, también tenía unas hojas talladas en esmeralda cayendo como si fuera hiedra subiendo por una pared. Era precioso.
Luego saqué el vestido, dorado con verde y oro en varias partes del vestido como el cinturón y el pecho.

- Wow - suspire.

- Póntelo, hoy iremos a Israel, según el representante va a intentar hablar conmigo - se levantó, yendo a su closet a cambiarse.

- ¿Por que quiere hablar contigo? - pregunte mientras me bajaba a meterme a mis cortinas.

- Por que le prohibí abrir templos por irrespetuoso, los malditos sacerdotes son un dolor de cabeza, altaneros y orgullosos - se puso su pecho de bronce y su casco - Todavía no pueden disculparse por lo de la última vez.

Nunca me contó eso, supongo es tema delicado para él.

- Espero se disculpen - me puse el vestido, que me quedaba pintado, acercándome a un espejo a ponerme el collar.

- Deberían - gruño, suspirando y volteando a verme - ¿Ya estás lista?.

Tome unas moras, pintándome los labios y poniéndome rubor en las mejillas

- Ya casi - dije viéndome al espejo.

- Te ves bien - asintió - Vamos ya.

Me acomode el cabello lo más rápido que pude y salí detrás de él.

Fuimos en caballo junto con otras tropas hasta Israel, donde nos recibieron los sacerdotes.
A Romano lo recibieron como un rey, inclinándose y alabando el suelo donde pisaba, mientras que a mí me ignoraban, ni siquiera me veían.

Me sentía muy incómoda estando ahí, prefería estar con los caballos y los guardias romanos que por lo menos platicaban conmigo que detrás de ellos.

Le toque el dedo a Romano, y este me lo tomo para hacerme sentir segura.

Israel se acercó a nosotros, saludándonos por igual.

- Dice Yosef Que quiere verte - Israel miro a Romano.

- Más le vale que sea para una disculpa.

- Si, para eso exactamente le pedimos que viniera - me miro de reojo, dirigiéndose a mi - ¿Podría esperar afuera?.

- Claro - Romano me miro - ¿Quieres ir con los soldados?.

- Si por favor - Asentí con una sonrisa.

Los soldados se pusieron a mis lados y caminaron conmigo seriamente, hasta que salieron y empezaron a reír y a platicar.

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