Brasil (1)

416 64 16
                                    


Me quedé por mucho tiempo pensando en que hubiera sido de mi si me hubiera escondido mejor dentro de la selva.
Era un niño, que con sus propias uñas había salido de la tierra.
Recuerdo la sensación de estar debajo de la tierra, era muy cómodo, siento que si hubiera estado dentro de un vientre, así se sentiría.
Cálido y oscuro.

Me valía por mi mismo, no necesitaba de las civilizaciones cercanas para subsistir.

Nunca tuve interés en interactuar con los humanos. Aunque ellos a veces me daban ofrendas, como comida, calzado y ropa, que aunque no quería, la aceptaba con una sonrisa.
Si me daban de sus recursos a pesar de no tener conexión conmigo, quizás no eran tan malos después de todo.

Después de mucho tiempo de estar en soledad, llegó ella.

Una expedición portuguesa llegó a la costa. No me aventuraba por esa zona por que no había suficiente refugio para esconderme, pero si habían murmullos de que personas como los colonizadores estaban ahí.

Pensé que jamás llegarían hacia mi, que estaba lo suficientemente alejado para no ser afectado por esto.
Pero un hombre llamado Pedro Álvares estaba muy insistente con los indígenas de encontrar a una persona como yo.

Un traductor.

Los indígenas sin más que hacer, me buscaron por todos lados hasta encontrarme.
Me dijeron que no venían con malas intenciones, pero ya había escuchado de otros traductores como yo que habían sido tomados y llevados al nuevo mundo. No quería ser tomado igual por ellos.

Pero por más que decía que no, Pedro Álvares llegó, y a su lado estaba Portugal.

Yo estaba encima de un árbol, viendo hacia abajo a ambos junto con sus soldados.
Se hablaban entre ellos en una lengua que no entendía, hasta que la mujer me dirigió la palabra.

- ¿Chico, como te llamas? - su voz era dulce, al igual que su rostro y ojos.

Yo no tenía nombre, solo era un chico.
La mujer seguía insistiendo, preguntándome mi edad, si era inmortal, quién era mi madre.

No tenía ninguna respuesta, y supongo ella entendió eso con mi silencio.

- Eres como yo - me sonrío - Soy Portugal, tengo un reino en el nuevo mundo, y me gustaría poder ayudarlos a avanzar con su civilización.

- No los necesitamos - le respondí a secas - Ni a ti, ni a tu nuevo mundo.

- ¿Puedes bajar? - me preguntó acercándose al tronco - Me gustaría poder hablar contigo.

- ¿Para que me lleven como a los demás? - bufé, viendo mis rodillas llenas de tierra y limpiándolas con mis dedos.

- No te llevaremos a ningún lado - Portugal me aseguro - Te lo prometo.

No confiaba en ninguno de ellos, pero por alguna extraña razón, ella si me daba confianza. No se si era su voz, o que era mujer.
Pero bajé de ese árbol y la encaré, aunque en ese momento solo tuviera siete años humanos, mi postura rígida daba un claro mensaje.
No era un tonto, y conmigo no se meterían.

Portugal se hincó para estar cara a cara conmigo, hacía muchísimo eso, quería que no me importara pero era tomado en cuenta, que no viera hacia abajo me daba seguridad.

Me preguntaba sobre mi, sobre mi pueblo, cómo funcionaban ciertas cosas;
Le agarré cariño a la mujer del otro mundo, y ella me tomo cariño a mi.

Y después de mucho ir y venir por meses, me hizo una pregunta que me dejó petrificado:

¿Quieres que te adopte?.

Me lo pensé por varios minutos, ¿que querría una mujer como ella adoptar a un niño como yo?.
¿En qué se beneficiaría ella de adoptarme a mi?.
¿Por qué?.

Le hice todas mis preguntas, tenía la sospecha de que quería mi territorio, pero me dijo que era un niño lindo, agradable y muy listo, y que por mucho tiempo ella buscaba adoptar a un niño.
Tenía a una niña antes que se llamaba Perú, pero no pudo quedarse con ella.

- No se... no se en que me beneficiaría a mi tener a una madre - le respondí rascándome la mejilla.

- No es tener un beneficio, es solo tener a alguien que te quiera y te cuide - se sentó a mi lado enfrente de los indígenas que construían mejores casas.

- ¿Y tú me quieres? - pregunte confundido, ¿como podría esta mujer, que no me dio a luz, quererme?.

- Si... como si fueras mío - asintió sonriendo - Pero solo puedo adoptarte si tú quieres.

La miré a los ojos, quería encontrar maldad, algo que me hiciera negarme por completo a su capricho.
Pero solo veía ternura y amor, algo que hizo que se mw retuerza las entrañas, como mariposas saliéndose por mi boca.

Me crucé de brazos viendo hacia otro, pensando por un buen rato.

¿Que pierdo si digo que si?.

- Bien... está bien - asentí.

Soltó un chillido de emoción y me abrazó

- ¡VAS A VER!, te vas a divertir mucho conmigo - me dijo emocionada.

Al estar cerca de ella, el cálido abrazo me recordó a la tierra de la que salí.
Quizás si elegí bien.

Representantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora