Capítulo 4

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Cuando abrí mis ojos y no reconocí el lugar, la cabeza me dolía horrible - las consecuencias de beber como perra loca querida - los flashes de la noche anterior llegaron a mi... Zack tocándome, Caleb matándolo para luego dormir conmigo.

Muy despacio me levanto y veo que estoy sola en la cama, eso me tranquiliza... Pero al mirar mi cuerpo veo que ya no llevo el vestido de Giselle sino una camisa celeste grande, ¿Cuándo me cambié? Carajo, probar mi resistencia al alcohol en una fiesta claramente no había sigo una de mis ideas más brillantes... Aunque, el olor a algodón y lavanda de la prenda que cubría mi desnudez me calmaba, olía tan bien... Olía a Caleb - ¿Te estás escuchando?- ¡mierda! Estoy usando ropa de mi nuevo profesor.

Desesperada salgo de la cama y empiezo a observar dónde podría estar mi ropa, por Dios... Lo último que recuerdo es estar recostada en su pecho viendo una película, no digo que eso esté bien, pero ¿en qué momento me desnudé y terminé usando esto?, que bien huele, carajo - concéntrate Elizabeth - mi conciencia estaba a full hoy.

Sin darme cuenta el susodicho entra a la habitación usando solo un short azul oscuro con detalles en dorado, se apoya en el marco de la puerta y me chista.

- Despertaste - su profunda voz me saca de mi pequeño viaje mental al pasado, me asusta y doy un pequeño salto para atrás - tranquila no te voy a hacer nada ... Nada que no quieras - ladea una sonrisa seductora y cruza sus brazos

- Caleb... ¿Por qué estoy usando tu camisa? ¿Con qué derecho me sacaste la ropa y cambiaste? Me salvaste de Zack, confié en qué no eras así - me abrazo a mi misma y la vista se me empaña, pensar en que me salvé de un monstruo para caer en garras de otro me angustia, no puedo evitar llorar recordando lo que pasó y lo que no recuerdo que haya pasado... Siento una angustia muy grande, pronto el nudo de mi garganta no me deja hablar.

- Lizz, espera - me mira confundido y molesto - yo jamás haría algo así. Me dijiste que tú vestido te molestaba, te di una camisa y te cambiaste solita... En el baño. Puedo ser un perro grande como me dijiste anoche, pero no soy ningún degenerado... Además la necrofilia no es lo mío - los recuerdos comenzaban a volver, me moría de la vergüenza... Él me salvó y yo lo acusaba - calladita te ves más bonita - pobre Caleb... Dios que hermoso es, no puede estar tan buenote.

- Sí, ya me acordé... Perdón Caleb, de verdad lo siento... Yo no sé qué me hubiera pasado si no hubieras aparecido - sin pensarlo corrí a abrazarlo, él se veía algo confundido al principio pero pronto me rodeó con sus fuertes brazos hundiendo su cara en mi cuello.

- Lizz.. jamás permitiré que nada malo te pase... Ahora dime ¿Te llevo a tu casa a que te cambies y vamos a la U? - su sonrisa me reconforta tan fácilmente que me preocupa.

- No sé... Mamá entra hasta el mediodía al trabajo, no quiero que me vea toda lastimada y me pregunte qué pasó... Aunque tampoco me puedo desaparecer varios días - dije entre risas. No quería que ella sepa lo que pasó, no quería asustarla sin sentido... Porque nada me había pasado finalmente, Caleb me protegió... Tan divino.

- Puedo hacer que tus heridas sanen... Pero deberás confiar en mí - aseguró levantando mi rostro para que lo mire a los ojos

- confío en tí - aseguré, pero él no parecía convencido - Caleb... Confío en tí, dormí en tú cama luego de que me salves de ser ... - no podía ni decirlo sin sentir dolor y asco.

- No te asustes - sonrió alejándose de mí... Instantáneamente escuché como sus huesos se rompían y reacomodaban, ví como su piel se desgarraba... Se transformó en un Lycan, más grande que cualquiera que yo haya visto.... Caminaba en dos patas, su hocico dejaba ver muchísimos dientes grandes y afilados, sus ojos eran color dorado y el pelaje era negro azulado.

Los ojos del reyWhere stories live. Discover now