XXXV

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Bajé las escaleras sin tener mucho en mente. Estaba algo somnoliento ya que no dormí las horas adecuadas, pero el poco sueño que reconcilié fue agradable y me ayudó a reponer fuerzas. No sabía porqué sentía que este día, miércoles, no sería un mal día pero tampoco podía asegurar que sería uno bueno. Quizás se debía al festival de rock que se llevaría a cabo en la escuela.

Al llegar a la planta baja, me dirigí a la cocina y encontré a mi madre con su delantal puesto cortando las verduras para el almuerzo. Sus ojos ya no estaban rojos, hinchados ni mostraban cansancio. Era todo lo adverso, su mirada reflejaba tranquilidad y serenidad. Tal parece que nuestra conversación de ayer había mejorado su ánimo y, para ser honesto, yo también me sentía un poco más optimista.

Soltó el cuchillo y lo puso a un lado, sus ojos se encontraron con los míos y una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Me sentí algo avergonzado, pues, ella no me veía de esa manera a menudo.

—Buenos días. Preparé café, sírvete un poco antes de ir a la escuela —. Me indicó, asentí suavemente con la cabeza y ella continuó con lo suyo.

Tomé una taza del mueble de la cocina e incliné la cafetera para servirme la cantidad de café que vi necesaria. Me di la vuelta y observé a mi mamá por un momento mientras me dedicaba a dar breves sorbos a mi bebida, no podía saber con certeza porque, pero sentía que estar con ella ahora mismo era agradable y no me resultaba molesto como anteriores veces.

—Mamá —. La llamé. Desvió su mirada de la papa que cortaba en rodajas y me miró con atención—. Hoy estaré llegando un poco tarde a casa porque habrá una actividad en la escuela, un festival.

—Está bien, en cuanto termine el festival, vuelve a casa. El almuerzo ya estará hecho.

Asentí con la cabeza ante la respuesta de mi madre y me dediqué a terminar de beber mi café, dejé la taza ya vacía a un lado y me alejé de la cocina.
Volví a subir a mi cuarto para ir por mi mochila y salí con esta en mis manos, cerré la puerta y mientras bajaba las escaleras me coloqué la mochila en la espalda.

Le dediqué una mirada de reojo a mi madre, que estaba de espaldas muy ocupada preparando la comida de la tarde. Después de un rato con varias dudas, me acerqué una vez más a la cocina y le avisé a la contraria que tenía que irme.

—Ya me voy, trataré de no tardarme para el almuerzo.

Mamá se dio la vuelta en su lugar, me vio de forma tímida por un momento mientras jugaba ansiosamente con sus dedos y bajó la mirada hacia el suelo. Dio un paso cerca mío, retomó nuestro contacto visual y me hizo una pregunta que me tomaría de sorpresa.

—...¿Puedo... Puedo darte un abrazo de despedida?

Una inevitable sonrisa se manifestó en mi rostro, abrí los brazos y le hice una seña con las manos a mi mamá para que se acercara más a mí.

—Ven, mamá.

La mirada sorpresiva y reflejante de alegría de mi mamá es uno de esos momentos que jamás podría olvidar, ahora era un recuerdo grabado en mi mente que nunca iba a perderse entre tantas memorias. Tampoco podría olvidar la calidez de su cuerpo rodeando el mío, era una comodidad nueva para mí, no sabía que mamá era capaz de transmitir tanto aprecio a través de un simple abrazo; abrazo que no recuerdo haber recibido antes de su parte.

Me despedí de ella y me fui a la escuela aún conservando la leve sonrisa que me había provocado nuestro abrazo. Nunca me había sentido tan cerca de mi mamá y el estarme sintiendo así ahora era bueno ¿No?, tal vez nuestra relación mejoraría a partir de ahora, nuestra conversación de ayer y su petición de abrazarme de hoy eran parte del avance.

Pecador [ Minsung ] [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora