Cocoliztli Neltiliztli (Ajachi 2)

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—Dime algo, chica —exclamó Omecíhuatl sin mirara de reojo; ella no tenía ni un rastro de sudor en su tonificado cuerpo—, sé que debió haber pasado mucho tiempo desde que pelearon contra él, pero... ¿Te suena el nombre de Nahualopitli?

Un nuevo escalofrío recorrió el cuerpo de Zaniyah, y a su mente llegaron una lluvia de recuerdos vagos pero cargados de negativismo. Omecíhuatl se detuvo justo en frente del umbral que daba acceso a la gigantesca gruta infernal. Se dio la vuelta, y al ver a Zaniyah quieta, el rostro anonadado de la sorpresa y el horror, extendió un brazo, la agarró de su hombro con descuido y la empujó para ponerla justo a su lado.

—Bueno... mira las maravillas que me anda haciendo ahora mismo.

De la boca de Zaniyah surgió un gemido horrorizado, y sus ojos fueron marcados... por el fuego incandescente del Mictlantecuhtli.

Un vasto lago de lava se extendía por varias hectáreas de planicie de piedra; a lo largo y ancho de sus aguas infernales se condecoraban los esqueletos rojos de humanos, algunos alzando los brazos, y otros sumergidos hasta la cabeza. Las titanes columnatas de piedra caliza y volcánica, aludiendo a pilares de un templo, sostenían toda la colosal caverna a través de largos peristilos que se extendían hasta donde la luz del fuego y la lava no alcanzaba. Las sombras que había visto previamente ahora destilaban, a los ojos de Zaniyah, como titánicas orugas y anguilas, algunas de piel lisa y babeante, y otros teniendo armazones de placas osteodermo. Transportando por encima de sus cabezas cargaban con enormes plataformas que disponían en distintas partes de la gruta; uno de ellos descendió hasta el nivel donde estaban Omecíhuatl y Zaniyah, y la segunda pudo alcanzar a ver, guardados como capsulas de contención, a distintas criaturas de apariencia vagamente humanas, de hombres y mujeres de largos torsos, cabezas aplanadas y rapadas, siendo esta la única parte con carne, pues el resto de sus cuerpos eran exoesqueletos negros.

El calor de Zaniyah se incrementó demasiado, así como su miedo por estar viendo el mismísimo infierno. Su corazón se aceleró hasta el punto de parecer querer salir de su agitado pecho. Sus labios retemblaron, y sus pies trataron de retroceder, Omecíhuatl la mantuvo firme donde estaba, obligándola a ver como una de las anguilas colosales ascendía hasta una de las plataformas, agarraba con sus tenazas y ventosas el cuerpo de un ser humano, lo sumergía en la lava por unos segundos, y por último lo sacaba, convertido ahora en un esqueleto de huesos rojos y carne que colgaba.

—¿Ves esto, chica? —murmuró Omecíhuatl, soltando una seseante vaharada tras acercar su rostro al destella— El infierno... también es mío. Y con él, podré hacer a mis anchas la monarquía absolutista que deseo en Aztlán, pero también en los otros reinos mesoamericanos que también quiero.

Los ojos temblorosos de Zaniyah miraba hacia todas partes y a ninguna con tal de no ver ni una sola parte del Mictlantecuhtli. Omecíhuatl apretó los labios y su semblante pasó a ser uno demandante. Agarró a Zaniyah de la cara con una mano y la obligó a mirar hacia la plataforma flotante, esta levitando en el centro de todo el lago de lava a unos diez metros por encima de ella.

—Mira bien, pequeña zorra de mierda —maldijo Omecíhuatl—. Mira bien quién está ahí.

Los ojos de Zaniyah lloraron, el trauma aflorando en su semblante aterrado. Las lágrimas cayeron por sus mejillas al tiempo que alcanzaba a ver a un montón de aztecas esclavos, todos ellos vestidos con la misma vestimenta que ella, trabajando fervientemente en palees de control. Sus miradas estaban igual de muertas que sus almas; tenían grandes agujeros en el centro de sus pechos, allí donde debería estar los corazones. Todo el balcón circular en el que estaban rodeaba un alto altar en el que, sentado en un trono hecho de huesos humanos, se encontraba un demonio de aspecto humano, constitución fornida, piel gris, melena blanca que le llegaba hasta la cintura, pequeños cuernos sobresaliendo de su frente, piercings en su oreja derecha, nariz y frente, un gorjal de joyas orfebres y un largo pendiente que colgaba de su oreja izquierda.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now