Yaoyotl Ueytlalpan (Ajach 2)

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—Si es así... —Randgriz se inclinó hacia delante y ensombreció su cara— ¿Por qué no me dejas ir con Uitstli a Mexcaltitán? —posó una mano sobre la otra y apretó los labios. Quetzal se quedó mudo y sin aliento— El Dios Azteca que la gente me describió cuando llegue aquí era uno muy abierto de mente, que siempre escucha las opiniones de los demás y que no era tan autoritario como Omecíhuatl. No quiero creer que solo le haces caso a su gente... —hizo una breve pausa. El silencio que precedió construyó un muro de hielo que volvió más rígido el ambiente— Si tú eres ese Dios Azteca, y quieres que Uitstli venza a Omecíhuatl en el Ragnarök, entonces deberías dejarme estar a su lado.

Todo el ambiente carismático y despreocupado fue borrado en un santiamén, siendo devuelto al status quo de tensión, con ahora Quetzalcóatl siendo consciente del peso de su presencia. La deidad azteca endureció su semblante, y Randgriz sintió un escalofrío al ver como su cara, antes sonriente, pasaba a convertirse en una mueca de severidad gélida, abismalmente distinta a su faceta jovial y que lo convirtió en un dios totalmente diferente.

—No creo que sea necesario eso, señorita Randgriz —admitió, su tono de voz sonando más profunda y autoritaria. Randgriz agrandó las pupilas y se echó un poco para atrás— Yo no te considero una semidiosa con prudencia para las situaciones extremas.

—No... entiendo —farfulló Randgriz, ladeando la cabeza, el rostro confuso— ¿P-por qué?

—Por supuesto que no entiendes —dijo Quetzal, las cejas alzadas, la mirada penetrante—. Brunhilde te ha designado como una guardiana toda tu vida, jamás como una guerrera que controla sus sentimientos y actúa con raciocinio, no con pasión. Tú... tienes un juicio muy nublado. Y yo no puedo trabajar con personas con poco juicio.

—¿De dónde saca usted todas estas conclusiones? —Randgriz entrecerró los ojos, no pudiendo evitar sentirse blasfemada— No puede prejuzgarme así. Usted no me conoce en profundidad.

—Mucho menos Uitstli... ¿no?

Randgriz se quedó boquiabierta, y su silencio fue la respuesta que necesito Quetzalcóatl para sonreír y afirmar con la cabeza.

—Exceptuando la Segunda Tribulación y el asalto a la Conferencia de Udr —Quetzal negó con la cabeza— tú... has tenido muy poca vida como guerrera activa. Las pocas batallas en las que participaste te dejaron traumas, ¿cierto? —Quetzal hizo una pausa. Randgriz ensombreció su rostro, y su flequillo cubrió sus ojos—. Trastornos que hasta el día de hoy te siguen persiguiendo, y evitan que desarrolles por completo tus habilidades.

—Ese factor... no me detiene... —la Valquiria Real empezó a sentirse avergonzada de sí misma. Se agarró y arrugó la falda con puños impotentes.

—Uitstli y el resto de los Manahui tuvieron muchísima más vida como guerreros que tú —Quetzal se cruzó las piernas—. Pero digamos que sí te dejo ir con Uitstli y los demás. ¿Qué me garantiza que puedas hacer esta misión? ¿Cómo podrás acercarte a él... siendo que Uitstli se aleja de él?

Randgriz permaneció en silencio. Se inclinó hacia delante y alzó la cabeza, sus ojos brillando bajo su flequillo bermellón. Una mirada determinante que se ganó la atención y el respeto de Quetzal.

—Porque él es mi Legendarium —gruñó la Valquiria Real—. Porque fue asignado a mí por Su Majestad, y yo cumpliré su orden.

—Y ahí está de nuevo —Quetzal hizo un ademán con la mano y se golpeó la rodilla. Sonrió con ironía acida, y la sonrisa que esbozó devolvió su aura de carisma, pero entremezclada con su actitud calculadora. La deidad se reincorporó de la silla—. Lo siento, Randgriz, pero no permitiré que vayas con los Manahui a Mexcaltitán.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now