UN NUEVO COMIENZO || female Severus ||

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La muerte puede traer terror para unos y paz para otros, esto en el caso de Severus Snape quien podía sentir el veneno de la serpiente Nagini recorrer por su cuerpo y su sangre salir sin dar pista de detenerse, ya había dado sus recuerdos a ese niño de Gryffindor con gafas cuyo nombre era Harry Potter y ahora solo podía hacer una cosa y era esperar la muerte como una vieja amiga.

No pudo ver donde estaba ya que una luz no le dejaba abrir sus ojos completamente, solo el hablar de una persona que no pudo identificar.

—Severus Snape, te daré una segunda oportunidad, pero esta vez todo será diferente.

Ya después de eso todo volvió a como estaba antes, negro y silencioso.

—¿sev?— Este llamado le era conocido —Vamos cariño ya es hora de levantarse.

Todo era borroso, después de un tiempo logro que su visión fuese más clara por lo que ahí la puede ver, pensó que jamás volvería a ver a su madre, pero ahí estaba ella en cuclillas viendo con una sonrisa.

—Buenos días Severin— le dije a mi hermosa hija de cuatro años de edad.

—Hola mamá— respondio al saludo de su mamá, pero... espera... ¡¿cómo que Severin?!, ¡ese no era su nombre! salto de la cama y corrio hacia el baño con su mamá detrás, estiro sus brazos para que ella la alzara y así lo hizo y lo que pudo ver le dejo sorprendido. primero ya no era un chico sino una chica, su nombre era ahora Severin Snape y tenía cuatro años, aunque parece era lo único que cambio ya que su madre Eileen Snape seguía siendo una sumisa hacia su padre Tobias Snape.

—Aquí tienes cariño— un tazón de avena era todo lo que podía ofrecerle a su niña mientras que su esposo desayunaba huevos y tocino.

Sabía que su esposo era así de hosco desde que Severin empezó a mostrar señales de magia accidental pero aun así debía hacer algo para que su bebe no sufriera aguantando hambre. Ya cuando Tobias se fue a su trabajo me dispuse a empacar las pocas pertenencias de Severin.

—¿Mamá que haces?— ver a mi madre así de alterada y corriendo de un lado a otro en esa pequeña habitación me hacía sentir incomoda.

—No te preocupes Sev, mami arreglara todo.

Después de empacar las pertenencias de la pequeña en una pequeña maleta, arreglo su propia chaqueta y la de su hija ya que pronto llegaría el invierno y salieron de esa casa con un destino que no pensó volver a visitar después de escapar de él. Tenía que ser rápida en esto, no tenía mucho tiempo ya que debía volver para preparar el almuerzo a su marido y el de ella, si tenía suerte su hija no volvería a pisar esa casa por lo que Tobias ya no estaría molesto por haber dado a luz a un "fenómeno" como el suele llamarlas.

Después de caminar un rato llegaron a la parada de autobús por lo que cuando el bus arribo Eileen pago su tique y se situó en uno de los asientos cargando en sus piernas a Severin. El viaje no duro mucho en bus, pero el verdadero problema fue aparecerse afuera de la "Mansión Prince" ya que cuando llegaron Severin vomito lo poco que había desayunado.

—"genial...no puede irme peor"— pensaba eso mientras mi madre limpiaba mi cara.

—Ya está cariño, ¿te sientes mejor?

me dirigió una de esas de sus sonrisas.

—Si mamá— yo le correspondí la sonrisa.

No tuvieron que esperar mucho tiempo cuando las puertas de la mansión fueron abiertas y escuchamos un muy estruendoso pase. Al entrar Eileen alzo a Severin y fueron recibidas por un elfo domestico que las guió hasta ese gran salón donde podían sentir la mirada de los cuadros observándolas con asco y rencor también observaron a tres presencias más de pie.

—Madre, Padre, Hermana— dijo Eileen a las demás presencias con una reverencia como se le fue enseñado.

—No sé qué haces aquí traidora de la sangre— dijo Erlan Prince a quien consideraba su hija menor.

—Padre por favor escucha a Eileen— suplico Esther Prince.

Severus en su actual cuerpo de niña no podía creer lo que veía, su madre lo había traído a la casa donde creció, fue algo impresionante y alarmante ya que en su otra vida jamás había conocido a otro miembro de su familia y mucho menos a la edad que está ahora. La discusión crecía de tono entre los gritos de las personas presentes, pero desgraciadamente su pequeño cuerpo de cuatro años había llegado a su límite y se quedo dormida en los brazos de su madre.

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