Día 14. El libro sobre la navidad

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Salió del baño con Aki entre sus brazos, era difícil cargarla con su embarazo pero no tenía otra opción. Katsuki tuvo que salir por una urgencia en el hospital, Nat y Hideki salieron con sus amigos y Shiro salió al cine.

Izuku estaba solo con los más pequeños, recién había terminado de darle un baño a Yuudai e Iku, Aki era la última, les pondría el pijama para protegerlos del frío y de una u otra forma los mantendría ocupados en la habitación.

Estaba agotado, deseaba poder dormir al menos un poco, pero no dejaría a sus pequeños solos, tenía que resistir hasta que su alfa volviera.

—¡Hay que ver una película! —gritó su pequeña mientras se retorcía, eso aumentó la dificultad de vestirla.

Izuku suspiró cansado cuando aseguró el último botón del pijama de su hija, tenerlos entretenidos con una película podría funcionar, pero eso también aumentaba el riesgo de que él se quedará dormido.

—¿Recuerdas ese regalo que les envió su abuela Mitsuki, por qué no lo abrimos ahora?

No quería recurrir a eso cuando no estaba su familia completa, pero no tenía otra opción.

Aki gritó emocionada, luego bajó de un salto de la gran cama de sus padres y fue a buscar a sus hermanos.

Izuku se inclinó tanto como pudo para abrir la puerta del pequeño mueble junto a su lado de la cama, sacó de ahí una caja con papel brillante de color verde y un gran moño rojo en el centro. En realidad no estaban seguros de que Mitsuki lo hubiese enviado, pues no había ninguna nota en el regalo, pero llegó con otros de sus abuelos así que ambos padres supusieron que la nota se había perdido en algún lugar.

El omega hizo espacio entre sus mantas y se acomodó en el centro de su cama con las almohadas de Katsuki a cada lado, de esa forma podía disfrutar su aroma. Hacía tanto frío que solo quería que su alfa llegará pronto para poder acurrucarse con él.

Los niños llegaron corriendo y gritando por el pasillo, luego escalaron la cama para buscar un sitio junto a su mamá.

—¿Quién quiere abrirlo? —preguntó Izuku con el regalo entre las manos.

—Tú quita el moño mamá —murmuró Iku, escondido entre las mantas.

Izuku se sintió como si estuvieran en medio de desarmar una bomba, y sonrió por imaginarse siendo un espía junto a sus pequeños. Quitó el moño con intención de guardarlo para futuras ocasiones. Aki no pudo contener su emoción, cuando el regalo estuvo en sus manos hizo pedazos el papel decorativo.

La familia pudo ver el regalo, se trataba de un libro grueso forrado con cuero, decorado con brillantes colores que simulaban un pino navideño en la portada.

—¿Es un cuento, mamá? —preguntó Yuudai.

—Eso creo…

Izuku abrió el libro para ver de qué se trataba, los niños suspiraron de emoción al instante. Sí era un cuento, pero uno muy especial, estaba diseñado para que al abrirse los dibujos se levantarán como si salieran del cuento y cobrarán vida, era un libro en tercera dimensión por así decirlo.

Izuku leyó con calma mientras los niños observaban fascinados los brillantes colores de los dibujos. Era un cuento sobre dulces que se preparan en navidad, había una gran casa hecha de galletas, un río de chocolate y una hermosa hada que regalaba dulces a los niños.

Fue un momento que se sintió mágico, con Izuku leyendo y sus pequeños imaginando todo lo maravilloso que había en ese libro.

Sin notarlo, los cuatro se quedaron dormidos.

[...]

Había una vez una cabaña en medio de un bosque nevado, estaba construida de galletas de jengibre, malvaviscos y bastones de caramelo. En ella vivía una mamá con sus tres hijos pequeños.

Mamá cocinaba panecillos y los pequeños los entregaban a los pueblos cercanos, incluso hacían entregas al taller de Santa Claus.

Todo era tan feliz en la vida de esa familia, solo había un problema, cada cierto tiempo a su pequeña casa llegaban de visita algunos alfas, todos con la intención de casarse con mamá, pero él nunca aceptó a ninguno.

Un día cuando cayó una gran nevada mamá tuvo que salir por nuevos ingredientes. Mientras los pequeños estaban solos en la casa recibieron la visita de dos grandes lobos de pelaje como el oro, ellos solo querían comer y los niños les dieron algunos de los dulces que mamá cocinó, desde entonces cuando mamá no estaba en casa los lobos los visitaban y se llevaban dulces.

Así pasó un tiempo, hasta que mamá quedó atrapado en medio de una gran tormenta, otra vez había salido solo.

Esa noche los lobos volvieron, ahora eran cuatro, y el más grande de ellos, de pelaje dorado y ojos escarlata, llevaba en su lomo a mamá.

Los lobos se quedaron a cuidar de la pequeña familia. En la luna llena los lobos se transformaron en personas, uno era un hombre casi de la misma edad que mamá, había una joven y dos chicos.

El papá lobo cuidó de ambas familias, se quedó junto a mamá. Y así pasó el tiempo, cuando menos se dieron cuenta mamá se había enamorado de papá lobo y papá lobo se había enamorado de mamá.

Y la familia de humanos y lobos vivió feliz para siempre.

[...]

Izuku despertó al sentir el calor de su alfa envolviéndolo, al abrir los ojos se encontró en medio de toda su familia, sus hijos estaban sentados o recostados en algún rincón de la enorme cama.

—Ustedes de verdad me dan miedo pequeños monstruos, ¿qué clase de cosas ven en la televisión para soñar algo así? —dijo Nat disimulando sus risas.

—¡Mamá nos leyó un cuento! —se defendió Aki.

—Este libro no habla de esas cosas, monstruita —señaló Nat para molestar a su hermana.

—Pero si es interesante… —murmuró Hideki, quien sostenía el libro entre sus manos—. Miren, tiene un cuento sobre un tipo verde que se roba la navidad…

—Kacchan… ¿dónde están tus orejas? —preguntó Izuku entornando la mirada, intentando encontrar las orejas de lobo de Katsuki.

Su alfa lo miró primero sorprendido, luego asustado, luego divertido, entonces fue inevitable soltar una carcajada.

—¿Tú también mamá? —preguntó Shiro.

—¡No fue solo un sueño, se los dije! —gritó Iku señalando a sus hermanos mayores.

—¡Claro que fue un sueño!, ¡¿acaso nos ven cubiertos de pelo?! —gritó Nat.

—¡Se transforman con la luna llena, no nos engañan! —acusó Yuudai.

—Tú pequeño… —murmuró Nat antes de lanzarse contra su hermanito para hacerle cosquillas hasta que se disculpara.

Así comenzó una batalla campal entre hermanos mayores y hermanos menores, aunque al final todo ese asunto se resolvería cuando la pizza que ordenaron para cenar llegará.

—¿Entonces…? ¿Quieres que me consiga un disfraz de lobo o algo así, amor? —murmuró Katsuki contra el oído de su omega.

Izuku escondió su sonrisa y su rostro sonrojado, había cavado su propia tumba para su siguiente celo.

Calendario de adviento 2023 [Katsudeku]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu