Capítulo 34: Amor (Extra)

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Shikamaru estaba ansioso a más no poder. Observaba todo a su alrededor, verificando que todo esté perfecto, tal como él lo merecía. 

Ese día era su aniversario con Naruto, donde celebraban un nuevo año de casados. 

El rubio no se encontraba en casa. Él y su equipo habían partido a su primera misión fuera de Konoha. Para iniciar en el mundo exterior, tenían la tarea de llevar hasta Suna un pergamino con tratados para las nuevas rutas comerciales. 

Naruto había estado muy feliz cuando la Hokage le confió la tarea. Aun siendo Jōnin-sensei e incluso luego de haber trabajado algunos años en Anbu, sacar a todo un grupo fuera de la aldea era algo difícil de lograr. Algo a remarcar es que sus estudiantes aun eran Genin, todavía les faltaban algunos meses para dar su exámen Chūnin. 

El Nara admiró la habitación. Las luces tenues le daban el aire íntimo que tanto buscaba lograr, algunos ramitos de flores se encontraban distribuidos por toda el área para aromatizar. En la cama, una bandeja con chocolates, dangos y demás dulces se podía apreciar. 

El pelinegro admiró el relój nervioso, aun le quedaban algunas horas antes de que su pareja llegara, podría prepararse con calma. 

La verdad es que, con Tsuki en la casa y la complicada vida ninja, su vida íntima había disminuido considerablemente. No se quejaba de la presencia de su hijo en absoluto, lo amaba demasiado como para cambiarlo por algo tan banal como el sexo. 

Pero Shikamaru extrañaba demasiado a su esposo. Quería tenerlo entre sus brazos, sentir su calor y admirar su rostro satisfecho. Extrañaba sus largos besos húmedos y sus traviesas manos trabajadas con los años.

Bien, debía dejar de pensar en eso o se pondría duro y no tenía tiempo para eso. 

Más de una vez, habían sido interrumpidos, generando esa sensación de frustración en la pareja. El Nara no mentiría diciendo que la pareja jamás había pasado momentos difíciles, más de una vez habían peleado por la brecha que se creaba entre ellos por el pesado trabajo de ambos. Pero vamos, el que creía que un matrimonio perfecto no conlleva peleas, estaba totalmente equivocado. 

Shikamaru podía pelear con Naruto, insultarlo en su mente por sacarlo de quicio e incluso odiarlo al momento de irse a dormir, pero eso no quitaba que lo amaba. Cada célula en su cuerpo, cada neurona en su cerebro y cada parte de su alma y corazón, le pertenecían a Naruto. Eso nada podría cambiarlo, porque el pelinegro estaba seguro de que el rubio podría lastimarlo profundamente, destrozarlo si quisiera y ese sentimiento jamás se borraría de su pecho.

Cuando las diez de la noche llegaron, Naruto finalmente se adentró a su hogar. Observó alrededor con curiosidad, todo estaba demasiado oscuro y silencioso para ser normal.

— ¡Estoy en casa! —la voz madura del rubio hizo eco en las vacías paredes, sin obtener respuestas. Todas las alarmas de Naruto se encendieron en su cuerpo, dejando con cuidado su bolso a un lado de la puerta para adentrarse más en la casa a averiguar qué demonios ocurría.

Para empezar, no era normal que pudiese entrar tan tranquilamente, no cuando cada día Tsuki lo tacleaba con un abrazo nada más cruzar la puerta. Si bien su hijo ya era un Genin, seguía siendo su bebé. 

Con precaución, el hombre se dirigío escaleras arriba. El segundo piso se encontraba igual de oscuro que la planta baja, pero una tenua luz amarillenta salía de la puerta de su habitación matrimonial. 

Naruto se acercó sigiloso, abriendo la puerta de golpe. Los ojos azules del zagal se abrieron de golpe, admirando alrededor. Su nariz curiosa inhaló con cuidado el suave aroma floral que reinaba en el ambiente, era demasiado agradable. 

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