Capítulo setenta y dos "No es mi día"

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Mientras esperábamos a mi padre tomé asiento en uno de los bancos que Scott había levantado, me encontraba un poco mal aún, el susto que me dio ese coyote fue muy fuerte, en mi mente estaba ideando mil maneras de matar a Stiles por haberse quedado con la maldita muñeca.

—Hannah —intentó acercarse.

—estoy enojada contigo, que me hayas salvado de ser la comida de la coyote, no cambia nada —me corrí hacia la izquierda.

—¿Es por lo de Kira? Te juro que...

—no, no jures nada —negué —te vi, actuaste igual que cuando conociste a Allison y la verdad...está matandome.

—no, claro que no, es imposible porque no siento nada por ella.

—entonces...¡deja de hacer que te coquetee! —gruñí

—¿Cómo? Sabes que es algo que se escapa de mis manos.

—deja de ser tan lindo —rodee los ojos. —esa mirada tuya de...de... —bufé.

—¿Está? —se paró y se acuclilló frente a mi para que lo viera.

Desvié la mirada automáticamente, no iba a caer en su hipnosis.

—no pienso mirarte —me crucé de brazos.

—vamos, cariño —apoyó una mano en mi muslo, sentí el calor abrazante de su toqué por sobre la tela del jean la cual traspasaba a mi piel. —sé que te mueres por mirarme —murmuró.

—nope.

—subió su mano a mi mentón y suavemente volteó mi rostro para conectar nuestras miradas, en cuanto eso pasó, un suspiro delator brotó de mis labios —esta mirada es solo tuya.

—¿En serio? —alcé una ceja.

—lo juro —se levantó acomodando ambos brazos a los costados de mi cuerpo, su rostro quedó a escasos milímetros del mío.

—¿Puedes dejar de mirarme así?

—nope.

—maldito hombre lobo sexy —murmuré

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—maldito hombre lobo sexy —murmuré.

—¿ahora soy Sexy? Esto mejora a cada segundo —rió.

—¿Quieres callarte y besarme? —demandé algo ansiosa.

—lo que la princesa ordene —unió nuestros labios en un dulce beso, llevé mi mano a su mejilla y la acaricié su sintiendo como uno de mis dedos se hundía en su hoyuelo, con el pasar de los minutos el beso se fue tornando apasionado por lo que llevé la mano que estaba en su mejilla a la parte de atrás de su cuello, profundizando el beso.

El carraspeo de una garganta hizo que nos separaramos sorprendidos.

—vaya...que linda manera de enterarme que  ahora eres mi yerno, Scott —dijo mi padre cruzado de brazos en el umbral de la puerta.

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