Capítulo 29: Las consecuencias de jugar con el diablo.

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Capítulo 29

Las consecuencias de jugar con el diablo.


Nixie.

Desde que Vincens se fue ha reinado una paz extraña en el lugar, una quietud espeluznante, como si todo hubiera caído en su lugar y hubiera llegado la hora de que salgan los demonios a jugar.

A jugar de verdad.

Las voces en mi cabeza se hacen imposibles de callar a medida que pasan los minutos, pidiendo que use mi nueva libertad para destruir el lugar desde los cimientos. Y dan ideas, una más loca que la otra, tan suicidas que me tientan. Pero hay una que particularmente me llama la atención.

Quemar el lugar.

Este es un sótano, el sitio más cerrado de todo el edificio. Si prendo fuego, los idiotas que me vigilan día y noche no tendrían de otra que salir corriendo despavoridos, y dejarían una vía de escape para mí. Sin embargo, no quiero detenerme en el sótano, me gustaría quemar el lugar entero, hacerlo cenizas junto con las personas que lo habitan.

Pero tengo un problema: no tengo los implementos necesarios para llevar a cabo el plan.

Lo que sí tengo claro es que debo aprovechar que Vincens me haya desatado para hacer de las mías.

Empecemos por un buen escándalo.

Me levanto en la oscuridad y agarro la silla en la que he estado atada los últimos días. No pesa mucho, pero al tirarla contra la pared hará bastante ruido y traerá al guardia hasta aquí.

La lanzo contra la pared y río como maníaca, repitiendo el proceso varias veces. Un minuto después, el hombre abre la puerta, creando una línea de luz proveniente del pasillo.

Me paro en medio de la luz, sonriendo al chico.

—¿Te asusté?

—Sra. Strauss, si no quiere que la ate de nuevo, entrégueme la silla.

Me apunta con un arma, pero no creo que sea capaz de dispararme. Vincens y Aleksander no estarán felices si muero en manos de otro.

Soltando una carcajada digna de una bruja, voy a por la silla y regreso, lanzando el objeto frente a mí. El guardia, sin despegar la vista de mí, se acerca a agarra la silla, arrastrándola mientras se aleja.

Ha llegado la hora de dar problemas.

Me lanzo sobre él, golpeando su cara. Deja ir un disparo que rompe la pared de concreto. Le tomo la mano con la que sujeta el arma y forcejeo con él. Es más fuerte, evidentemente, pero no me voy a rendir tan fácil. Con un empujón, me tira al suelo y suelta la silla, sujetando el arma con ambas manos.

Me siento y alzo las manos en señal de derrota, pero antes de que pueda alejarse lo suficiente, barro sus pies y lo hago caer al suelo. Me levanto de un salto, piso el arma con un pie y tomo la silla.

—Despídete de tu cara normal, si sales de aquí será deformado.

Intenta taparse, pero lo golpeo tan fuerte en la cabeza que queda aturdido por varios segundos.

Me hago con la ventaja.

Sigo golpeándolo repetidas veces, no me detengo ni siquiera viendo la sangre salir de los cortes en su cabeza. Tengo algo en mente y voy a hacer lo que sea para lograrlo. No es hasta que cae desmayado que dejo la silla a un lado y me agacho para hacerme con el arma.

Está cargada, gracias al cielo.

Lo reviso apresurada, no deben tardar en venir al escuchar el ruido, y no quiero que me tomen por sorpresa y me encierren antes de poner un pie fuera de este asqueroso lugar. Le quito las llaves, una navaja y un paquete de mentas.

El dulce no va mal.

Fuera de la maldita habitación del demonio, encierro al tipo sopeso mis opciones. No puedo salir del sótano como si nada, debo pasar desapercibida, y eso solo lo lograré jodiendo todo el sistema eléctrico. Tendré que usar las escaleras para salir, pero ya me encargaré de eso cuando llegue el momento. Ni siquiera estoy segura de llegar tan lejos.

El lugar está vacío y estoy molesta con Vincens por subestimarme una vez más. ¿Cree que con un guardia basta para retenerme? Para eso tenía que dejarme atada.

Pobre, no sabe a quien se enfrenta.

Los interruptores que dan luz a la casa están aquí, en el sótano, al otro lado de este lugar, en un cuartucho lleno de polvo. Nunca había bajado aquí por voluntad propia, por lo que no estoy familiarizada con la zona. Sin embargo, Rafa me dijo donde estaba cada cosa importante de la casa, y la caseta de la luz es una de esas cosas.

Le quito el seguro al arma y voy hacia la salida. Allí tampoco hay nadie, afortunadamente, pero no creo que tarde mucho en venir alguien. Corro al otro lado del vestíbulo y me encuentro con un candado bloqueando mi entrada a la pequeña habitación. Golpeo el candado con el arma varias veces, pero este no cede.

Si le doy un tiro voy a alertar a todos y quiero mantener el anonimato el mayor tiempo posible, pero mientras más tiempo estoy aquí, más posibilidades hay de que me atrapen. Las cámaras están encendidas, es extraño que nadie haya venido aún.

Es todo lo que necesito para tomar una decisión. Alzo el arma en dirección al candado y aprieto el gatillo. El sonido del tiro resuena por todo el lugar, pero al menos la maldita cosa está abierta.

Bingo.

Quito los restos del candado dañado y me apresuro a abrir la puerta. No entiendo qué interruptor apaga qué, pero no es tiempo de ponerme técnica. Bajo cada interruptor hasta que el lugar se queda en la penumbra.

Entonces sucede.

Las luces rojas de emergencia se encienden y la alarma se activa.

Tengo los minutos contados para salir de aquí y no voy a desperdiciarlos. Me lanzo hacia las escaleras y corro como una poseída.


⬧⬧⬧


Mario.

La calle trasera del edificio Strauss y sus alrededores está tranquila, no hay moros en la costa y, lo más importante, no han notado nuestra presencia. Es un edificio bastante bonito, digno de las revistas de arquitectura, pero tan vulnerable como una hoja de papel.

Los chicos están en posición, esperando mi orden, y yo estoy ansioso por sacar a las cucarachas de su madriguera. ¿Tendré también la suerte de atrapar a Aleksander dentro? No lo sé, pero para él también tengo un plan bien trazado.

Alzo el walkie talkie y lo enciendo.

—Es hora.

Solo dos palabras, dos pequeñas palabras que desatan el caos.

Hay una, luego dos y tres explosiones. Los chicos han reventado cada entrada y salida del lugar, excepto la que tengo en frente. En pocos minutos dichas entradas serán imposibles de usar, la cantidad de escombro que va a cubrirlas será imposible de mover, y eso mantendrá entretenidas las alimañas.

Asiento hacia Matteo y él procede a abrir la puerta y desactivar la alarma con un aparato. Es un cerebrito, eso siempre me ha gustado de él, y que no lo demuestre ante los demás lo hace mil veces mejor. La puerta del demonio de abre y disparo a los dos tipos detrás de esta al tiempo que Matteo saca su arma y me sigue dentro.

Hay otros siguiéndonos, cubriendo nuestras espaldas, pero sé que no serán suficientes cuando sepan que esta entrada está intacta. Espero que Palumbo mueva rápidamente al resto de las tropas hacia nosotros.

Me preparo para abrir la puerta de una patada, pero todas las luces se apagan y una alarma empieza a sonar por todos lados.

Eso no lo hemos hecho nosotros y no creo que sea una estrategia de Strauss para hacernos frente.

Tiene que ser mi ninfa.

Sonrío, hinchando el pecho con orgullo.

Esa es mi chica.

Abro la puerta de golpe y entro a la cueva del lobo. 




Evil ©Where stories live. Discover now