Interludio 7 - Una razón para regresar

19 4 88
                                    

Covelk Ar'Vai soltó un quejido cuando le patearon en una rodilla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Covelk Ar'Vai soltó un quejido cuando le patearon en una rodilla.

—¿Qué rayos te pasa, Kasamatsu?

Hinagiku se hizo la desentendida cuando pasó a su lado, pero sin molestarse demasiado en fingir que no había sido la que le golpeó primero, incluso tratando de darle una segunda patada que el elfo esquivó sin mucho esfuerzo.

Era su tercer día en la ciudad y desde que supo de la caída de lago Saeric había estado dando vueltas, volviéndose loco.

El maestro Ozart le había ordenado a todo el mundo mantenerse en posición, a no salir de la ciudad a menos de que él diese las órdenes, y envió solo a dos personas a investigar el asunto.

Covelk —muy a su pesar—, recibió la orden de quedarse donde estaba en espera de noticias, y aunque trató de persuadir al anciano, Ozart no cedió y tuvo que resignarse a perder el tiempo por dos días, sin noticias del lago.

Por eso aquella mañana fue en busca de Yuil. Le habían asignado a formar un grupo con él y Kasamatsu, así que de seguro si ambos hablaban con el maestro Ozart, el anciano les dejaría disolver su inusual grupo y él podría regresar a Andaluvan Mael en busca de noticias sobre la joven maestra Mjiern.

Pero encontrar a Yuil resultó ser un problema mayor a lo que esperó.

Para empezar no pudo encontrarle en ningún lado. En el poco tiempo que llevaba en la ciudad había mantenido un perfil bajo así que muy poca gente le conocía, y quienes sabían de su existencia bien no querían decirle nada o simplemente no sabían de él.

Así que su siguiente opción fue Kasamatsu Hinagiku, lo que de por sí representaba un problema aún mayor, tanto que quiso dejar todo de lado y volver a su cuarto.

La encontró moviendo unas cajas de provisiones frente al orfanato de la ciudad. Kasamatsu vivía en la pequeña casita destartalada justo a un costado de este, así que se la podía encontrar allí la mayoría del tiempo.

Covelk esperaba su actitud negativa hacia él, y fingió no poner atención a la decena de híbridos que había en el patio y frente al orfanato. Tres de ellos ya eran adultos, mientras que los demás eran niños y adolescentes de diferentes edades y géneros.

El elfo puso gran esfuerzo en contener las náuseas y la mueca de asco que insistía en formarse en su rostro, todo por conseguir unas cuantas respuestas. De seguro los dioses lo tendrían en consideración, ¿no?

—Me enfermo del estómago al verte la cara. Vete a otra parte —dijo Hinagiku, entregándole la caja que llevaba a un muchacho que iba pasando cerca.

—Este es un patio público —respondió Covelk, indiferente—. No estoy para entretener tus berrinches. Pero ya que estás aquí puedes decirme dónde está Yueltre-...

Su frase quedó incompleta cuando tuvo que dar un salto hacia atrás para esquivar la patada que la chica le lanzó.

—¡Ya deja eso! —gritó él.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora