13 - Admiración inconsciente

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La mañana de la partida fue especialmente helada y Nevan se arrepintió de haber aceptado ir hasta Exilio

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La mañana de la partida fue especialmente helada y Nevan se arrepintió de haber aceptado ir hasta Exilio.

El muelle estaba justo en la cara externa de la fortaleza, apuntando hacia el basto y oscuro océano tormentoso, supuestamente en dirección hacia la isla de Exilio, pero el viento y la nieve en permanente ventisca hacían imposible ver la isla en cuestión por mucho que Nevan lo intentó.

El barco esperando por él era la única embarcación en toda la zona fría de Andaluvan Mael. Era un navío enorme, de madera oscura, completamente diferente a los que estaba acostumbrado a ver en Raolk.

En lo que Nevan asumió era la popa, la parte trasera del barco, una enorme cadena oscura brotaba de su interior en una apertura y se extendía hasta más allá del muelle, donde se unía a una especie de clavo gigantesco hecho del mismo material, incrustado en la roca.

Nevan pasó la vista de la cadena al clavo, seguro de que había visto ese material en alguna otra parte. Parecía cristal sin refinar, pero había algo en su constitución que podría pasar como roca o metal dependiendo de cómo se le mirase. Y si ajustaba bien los ojos, casi podía ver una fina luz azulada en el interior de cada eslabón.

—No te distraigas.

Nevan vio a Merath aparecer a su lado como una sombra, demasiado cerca como para considerarlo respeto al espacio personal, envuelto en un grueso abrigo oscuro y extendiendo uno de sus brazos hacia él, tras su espalda, como si pretendiera empujarle al agua.

Normalmente el mago habría reaccionado con violencia, pero justo antes de hacerlo vio que un grupo de cinco elfos iban pasando cerca de ellos. Demasiado cerca.

El muelle era lo bastante amplio para dejar al menos uno o dos metros de distancia entre un borde y el otro, por eso no había razón para que estuvieran casi a la distancia de un brazo de ellos.

Tres de los elfos guardianes llevaban extraños sacos en los hombros, lo bastante amplios como para golpear a alguien desprevenido y lanzarle al agua si no andaban con el cuidado necesario, y solo allí Nevan entendió la situación.

Lo había visto antes. Los matones de Marvelir se lo habían hecho sentir más de una vez en sus años en la academia. Una broma infantil, simple y estúpida... Como ellos.

Sin embargo Merath Ar'Farith mantuvo su brazo en alto, una barrera curiosamente efectiva entre ellos y el mago humano, y les dirigió una mirada tan fría como la tormenta misma.

Nevan tuvo la impresión de que alguien empezaría una pelea, pero los elfos —a pesar de superarles en número—, se limitaron a mascullar insultos entre dientes y continuaron su camino hacia el barco.

En cuanto se alejaron Merath finalmente bajó su brazo y retrocedió, soltando un largo suspiro y volviendo a su usual actitud relajada y apática.

Nevan le interrogó con la mirada, a lo que el joven elfo se limitó a negar con la cabeza y encogerse de hombros.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora