Tras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la libertad de la que goza es amarga, pesada, y las pesadillas junto con la culpa de lo que vivió en aquella...
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Advertencia: este capítulo contiene descripciones gráficas de violencia, sangre y muertes que pueden no ser del agrado de todos.
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El grupo corrió hasta el centro de la isla, y Nevan Grant tuvo el presentimiento de que algo muy malo estaba por ocurrir.
La zona habitada por los prisioneros debía ocupar al menos la mitad de la isla, que en realidad no era mucho pues esta de por sí ya era pequeña. Nevan vio apenas un puñado de edificios destartalados que de milagro continuaban de pie ante la constante tormenta, y estuvo seguro de nunca haber visto algo más deprimente.
Eran casuchas pequeñas, de un piso, más de alguna tenía agujeros en las paredes y ninguna tenía ventanas.
Fueron construidas en semicírculo, una junto a la otra, para que fuera fácil verlas desde el muelle. No habían grandes rocas a su alrededor, ningún árbol, ni siquiera la nieve se acumulaba demasiado alrededor de estas, por lo tanto no había sitio dónde esconderse salvo por el interior de estas.
Nevan y los elfos se reunieron frente a las casas donde dos guardianes vigilaban la hoguera donde ardía uno de los cadáveres de los difuntos reclusos, mientras que el resto de los cuerpos estaban tendidos en la nieve en filas.
El comandante Eid'Viaj llamó la atención de todos los guardianes, mientras Nevan apretaba los dientes para soportar el hedor nauseabundo de los cuerpos quemándose.
Miró los que aún estaban en el suelo, y contó diez. Si mal no recordaba el comandante dijo que habían quince reclusos en Exilio. ¿Ya habían quemado cinco?
—¿Hay alguien de ustedes que ha estado aquí desde que descubrieron los cuerpos? —preguntó Nevan en voz alta.
—No —respondió de inmediato el comandante—. Por la tormenta y la falta de provisiones he hecho que todos tomen un turno de un día aquí antes de regresar a la fortaleza.
—Entonces sabe quienes han estado aquí.
—Sí, pero no todos están aquí en este momento.
—Entonces hay que revisar bien los cuerpos. Ver si son realmente los cautivos.
