10 - Tiempos de incomodidad

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Las primeras horas de viaje fueron silenciosas

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Las primeras horas de viaje fueron silenciosas.

Nevan y Merath partieron hacia el sur antes del amanecer, la primera mitad del camino viajaron en un vehículo ulkran, y en todo ese viaje no dijeron una sola palabra más de lo estrictamente necesario.

A pesar de que salieron de la finca Ar'Farith a pie no mucho después un carruaje ulkran con el escudo del clan Ar'Farith pintado en sus puertas apareció ante ellos salido de la nada, Merath le ordenó subir sin dar explicaciones y fue lo único que dijo por horas.

Nevan habría agradecido una explicación, pero tampoco estaba de humor para peleas y durante dos horas se dedicó a mirar el paisaje de Andaluvan Mael hasta que llegaron a su primera parada.

Los árboles de hojas plateadas, altos como un edificio, eran muy comunes y era normal ver cuerdas y algunas banderas de colores atadas a sus troncos y ramas, sin embargo a medida que el viaje continuaba y se alejaban más y más de la civilización, todo eso fue desapareciendo.

Tanto los árboles como la tierra y el cielo mismo se hicieron más oscuros, la temperatura empezó a bajar, y poco antes de que el carruaje se detuviese Nevan vio nieve caer.

A Nevan no le gustaba la nieve. La primera vez que vio nieve caer fue en su primer invierno en Marvelir, el peor de su vida hasta el momento considerando las condiciones en las que llegó a esa ciudad en primer lugar.

Los inviernos luego de ese no habían sido especialmente amables, pero ver ese blanco caer desde el otro lado de la ventana, cuando ropa cálida le protegía por primera vez, fue extraño.

<<Es molesto, por alguna razón.>>

Pero tampoco dejó que el recuerdo de esos días le desconcentrase, y se fijó en que el sitio a su alrededor. Solo habían viajado por tres horas o un poco más, y los colores vivos del territorio central habían quedado prácticamente enterrados bajo el blanco y el marrón.

No importaba cómo lo viese, el cambio era demasiado brusco, una diferencia así en tan corta distancia no podía ser normal a menos de que hubiese algo grande involucrado, y por suerte solo tuvo que bajarse del carruaje para encontrar su respuesta.

Cuando finalmente se bajaron Nevan vio que todo lo que les rodeaba era un páramo grisáceo, donde apenas destacaban unos cuantos árboles altos y desnudos, sin embargo cuando levantó la vista su mente quedó en blanco.

Delante suyo se alzaban gigantescos pilares de algo similar al hielo. No podía estar seguro, pues nunca había visto algo similar.

—¿Q-qué es eso...? —preguntó Nevan en un murmullo.

—El muro de hielo.

Grandes figuras irregulares, a veces rectangulares, se pegaban las unas a las otras para formar un muro más alto que ninguna otra cosa que Nevan hubiese visto en su vida.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora