18 - Malos presagios

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Mjiern Ar'Farith emergió del bosque negro y recibió los primeros rayos del sol con gratitud

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Mjiern Ar'Farith emergió del bosque negro y recibió los primeros rayos del sol con gratitud.

Luego de haber estado varios días en Eomiliath y haber tenido que moverse por la noche para atravesar el Mir'Avid sin ser detectada, aquella era la primera vez en mucho tiempo que se detenía a disfrutar de los placeres simples de la vida.

Desde allí podía ver a lo lejos Colina Saeric, desde la cual de seguro podría ver el lago del mismo nombre, donde encontraría el templo que buscaba.

La elfa avanzó a paso animado por un sendero de piedra, pensando en todo lo que tenía por delante en el día. Desde allí también podía ver una de las torres de comunicación de Andaluvan Mael, una construcción de madera un poco escuálida que a pesar de su apariencia ruinosa era uno de los dos lugares que permitían la comunicación a larga distancia en el territorio élfico.

Mjiern recordaba bien cómo era la torre de comunicación en Marvelir. La había estudiado a consciencia con la esperanza de imitarla en su hogar, de construir muchas más y elevar el desarrollo tecnológico en Andaluvan Mael, pero desde aquella distancia ya sabía que lo que encontraría allí no sería bueno.

En lo tiempos que corrían los mecanismos como esas torres era tan complejos y delicados como necesarios para la gente común. Ahora que lo pensaba de verdad era un trabajo monumental... Quizás sí necesitaría la ayuda de Nevan.

<<Si es que decide quedarse más tiempo... Tal vez debería contratarlo formalmente, mmm...>>

Pasó el resto del camino rumiando esas ideas, y cuando llegó a la entrada de la torre de comunicación se sintió tan decepcionada como esperaba.

Los restos raídos de un simple muro de piedra que rodeaba la torre apenas sujetaba una puertecita de madera sin cerrojo, la cual era la única entrada al lugar.

La torre en sí estaba construida casi en su totalidad de madera y con suerte tenía cinco pisos de altura. Algunos tablones y troncos estaban raídos y llenos de musgo oscuro, o de por sí eran hogar de enormes hongos.

La maleza alrededor crecía salvaje y Mjiern no se sorprendió de ver una serpiente y un grupo de ratas dando vueltas como si aquello fuese lo profundo del bosque.

La elfa suspiró, tomando nota mental de que lo primero que haría en cuanto tuviese la autoridad suficiente sería obligar a los custodios de la torre a limpiar ese desastre.

Y hablando de dichos custodios...

La atención de Mjiern fue capturada por un ronquido que provenía de la puerta entreabierta que accedía a la torre.

La elfa caminó hasta esta, la abrió y nada más entrar encontró al fuente de los ronquidos. Un elfo el doble de alto y ancho que ella retozaba en el suelo recostado sobre un montón de paja y mantas grises. Vestía los ropajes simples de un funcionario público de la capital, pero dicho uniforme estaba sucio y mal cuidado.

La Balanza de Itier | El Legado Grant IIHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin