24: Un día podrá dejarlo atrás

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La habitación, lejos de lo que hubiera podido imaginar, era muy bonita. Una cama individual, vestida de azul oscuro, estaba situada en la esquina izquierda, junto a una pequeña mesita de madera clara. A sus pies había un escritorio sobre los que pude ver los libros del instituto de Kidae, un portátil y útiles de dibujo perfectamente ordenados. La pared contra la que estaban apoyados todos los muebles estaba pintada con tonos azules y blancos que se entremezclaban formando lo que parecía un mar bravo. El resto de las paredes eran blancas pero estaban repletas de bocetos y dibujos hechos por Kidae. La pared frente a la cama era, en realidad, un espejo polarizado.

Los primeros cinco minutos me los pasé mirando cada uno de sus dibujos y, aunque sabía que dibujaba muy bien, no pude evitar maravillarme. Hasta conocerlo a él no había apreciado mucho el arte, la verdad. Jamás había sido algo que despertase mi interés y las veces que había acompañado a mi madre a algún museo me había dedicado a pasear por el espacio aburrido. Para mi el arte era ponerme delante de un cuadro y decir: "pues muy bonito", y pasar al siguiente. No ocurría eso con los dibujos de Kidae.

La mayoría de bocetos eran paisajes, de hecho no sabía que Kidae dibujase otra cosa, pero me quedé embobado cuando mis ojos cayeron sobre uno en el que, por primera vez, veía dibujada una persona. Me sorprendió mucho lo real que podía parecer un simple dibujo en carboncillo, pero había plasmado cada rasgo, cada sombra de tal forma que podía sentir a la perfección estar ahí, pero lo que me dejó sin palabras fue a quien dibujó. Era Lucía, mi hermana, sentada sobre su cama, con las rodillas dobladas y unos enormes auriculares —que sabía que pertenecían a Kidae— sobre las orejas. Su rostro estaba inclinado hacia abajo mientras contemplaba con una sonrisa el nuevo merchandising de uno de sus grupos de kpop favoritos.

— ¿Cómo... cómo lo haces? — pregunté atónito —. Sé que no es imaginación tuya. Ese es el cuarto de mi hermana y lo sé porque hasta has dibujado el brik de zumo que lleva meses en su papelera.

Kidae se sentó en el borde de la cama e, inclinándose hacia adelante, cogió mi silla por los reposabrazos y me acercó a él hasta que mis rodillas y las suyas se tocaron.

— Tengo memoria fotográfica.

— No lo sabía — admití volviendo mis ojos a él.

— Pues sí. Puedo recordar situaciones e imágenes con todo lujo de detalles — dijo encogiéndose de hombros —, aunque no siempre es algo bueno. Está bien para los estudios y momentos buenos, pero es jodido cuando desearías ser capaz de olvidar una mala experiencia o un trauma.

Supe de qué hablaba sin necesidad de más palabras por su parte. Con los dientes apretados y demasiado esfuerzo por mi parte conseguí mover el brazo lo suficiente para cogerle la mano y entrelazar mis dedos con los suyos.

— ¡Puedes moverte!

Alzó su mano libre y cubrió mi mejilla, alzando mi rostro para que pudiera ver su hermosa sonrisa y yo... simplemente me perdí en ella.

Blue (1. Saga True Colors)Where stories live. Discover now