23: No sé qué pasa, pero me apunto

65 7 22
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


— ¡Eso es! Venga, venga, tú puedes.

Mis brazos temblaban y gotas de sudor se deslizaban por mi columna. Llevaba tanto tiempo con el ceño arrugado que una sorda molestia se había instaurado en mi frente, pero aún así mis labios se estiraron en una sonrisa. Diego y Ester, frente a mí, no paraban de dar saltos de alegría y aplaudir como niños pequeños.

— Un poco más, un poco más... — murmuraba mi amiga.

Un fuerte resoplido escapó de entre mis dientes cuando mis agotados brazos no pudieron seguir sosteniendo el peso del libro. Este cayó sobre el colchón y mis brazos lo siguieron, pero no dejé de sonreír. Había podido mantenerlo en el aire durante diez minutos seguidos.

— De aquí a una paja queda nada — soltó Diego, cuyo estómago fue golpeado por el codo de Ester —. ¡Auch! Oye, eres demasiado agresiva, ¿eh? ¿Seguro que Pau te da lo tuyo?

Diego tuvo que dejar de masajear su vientre para pasar a hacerlo con su nuca.

— No eres más gilipollas porque no puedes — le dijo Ester mientras se sentaba a los pies de mi cama

— Ya, bueno. No dirías lo mismo si lo hubieras oído hablar con Kidae — se burló Diego mirándome por encima de la cabeza de nuestra amiga —. Siempre le puedes decir hoy a tu novio que te la haga. Ya sabes, siempre es mejor cuando lo hace otro.

Diego me guiñó el ojo y, mientras él era golpeado por Ester, yo sacudí la cabeza y sonreí al recordar la conversación del día anterior con Kidae. Había sido a última hora de la tarde, poco después de que se llevasen la cena. Ese día había sido agotador porque había empezado a hacer las sesiones de rehabilitación en la piscina. Diego y mi madre me habían acompañado y aunque en el agua pude moverme sin tanta dificultad, cuando llegué al hospital estaba agotado no, lo siguiente. Apenas había sido capaz de pegar bocado y estaba ya cerrando los ojos cuando mi móvil sonó. Había respondido Diego, seguramente dispuesto a decirle a quien se escondiera tras el número desconocido que no molestase, pero por suerte no lo hizo.

— Es Kidae — dijo sacudiendo las cejas arriba y abajo.

Los segundos que tardó en conectar los auriculares inalámbricos al móvil hubieran sido menos si no le hubiera estado metiendo prisa, pero todo mi nerviosismo desapareció cuando oí la voz al otro lado de la línea.

— Hola.

Una sola palabra bastó para despertar en mi incalculables emociones. De fondo podía oir algunas voces, pero sonaban tan lejanas que no pude distinguir si provenían de un televisor o de personas reales. ¿Qué más daba?

— Hola — lo saludé de vuelta —. ¿Cómo estás?

— Mejor, creo — respondió con lo que parecía una sonrisa, aunque era difícil saber—. Supongo que sí, porque me han dejado llamarte. ¿Tú cómo estás? ¿Sigues en el hospital?

Blue (1. Saga True Colors)Where stories live. Discover now