Capítulo 162

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- Bueno, Nat, ¿subimos?

- Claro – giro la silla y la siguió hasta la escalera.

- Vas a tener que hacer un pequeño esfuerzo, no hay ascensor, ni... nada.

- Me vendrá bien moverme un poco. He comido demasiado.

Ayudada por Alba comenzó a subir los veinte escalones que separaban una planta de la otra. A medio camino hubo de detenerse y tomar aire. Estaba agotada.

- Creo que estoy en baja forma – respiraba entrecortada, apoyada en el hombro de la enfermera.

- Ya me encargaré yo de que eso cambie. A partir de mañana no voy a dejar que hagas el vago. Hay que hacer rehabilitación todos los días. Y si te vas a incorporar como pediatra te aseguro que no me va a valer de excusa que estés cansada para dejarla.

- A la orden – bromeó - ¿esta noche me la das libre?

- Esta noche... - se acercó a ella y Natalia cerró los ojos esperando el ansiado beso que creía que iba a darle – me lo pensaré.

- No seas mala.

Alba sonrió y le acarició la mejilla llevando las yemas de sus dedos hasta los labios de Natalia, pero rehusó darle el beso que ella también deseaba.

- ¿Quieres que nos sentemos un momento en el escalón?

- No. Solo necesito un momento. Me cuesta bastante estar mucho rato en pie y esta tarde...

- Te has pasado

- Sí – suspiró arrepintiéndose de haber perdido el tiempo todos aquellos meses.

- Vamos, mi amor, un pequeño esfuerzo más y estamos arriba.

Natalia suspiró y continuó subiendo agarrada al pasamano y a Alba que se mantenía a su lado asiéndola con firmeza.

- Uf, menos mal – se dejó caer sobre la barandilla cuando sus piernas pisaron el último escalón.

- ¡Campeona! – exclamó al verla arriba – ¡qué eres una campeona! pronto me ganarás, ya verás. ¿Estás bien así?

- La verdad es que necesito sentarme.

- Voy a por tu silla – bajó corriendo la escalera y la subió de inmediato ayudándola a sentarse.

Natalia respiraba agitada por el esfuerzo y no opuso resistencia cuando Alba la condujo empujando la silla hasta la habitación. Abrió la puerta, encendió la luz y la entró.

- ¿Qué?

Los ojos de Natalia se habían abierto de par en par. No se esperaba aquella habitación. El restaurante no estaba mal. Y el porche con vistas al lago tenía su encanto. Pero nunca se habría imaginado que las habitaciones fueran tan amplias, tan modernas y al tiempo con un punto de estilo colonial que le agradaba. Sus ojos se clavaron en el dosel de la cama y sonrió.

- Vaya... no... me esperaba esto – paseando la vista por la enorme habitación, no le faltaba un detalle y tenía un enorme balcón que daba al lago – es... ¡es preciosa!

- Y las vistas increíbles. Mañana si quieres desayunamos fuera.

- Sí, quiero – sonrió – y... oye... qué hacemos con la ropa, no tenemos nada.

- Sí que tenemos – sonrió misteriosa – esta tarde, mientras te duchabas hice una mochila y la metí en el coche.

- Pero... ¿de dónde has sacado?

La ClínicaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt