Trece."Ha llegado la hora"

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Puse mi mano temblorosa en su mejilla, bajó hasta su cuello, la atraje hacia mí y la abracé, sintiendo su cuerpo junto al mío. No podía ser real. Solté su cola y aspiré el olor de su pelo. Estaba en casa, después de mucho tiempo.

- Justin me espachurras - Aria soltó una risita y dejé de apretarla tanto. Su risa, como la había echado de menos.

- Creo que me estoy volviendo loco - susurré. - Dios no puede torturarme de esta forma.

- Claro que te estás volviendo loco. Llevas días encerrado en casa - acarició mi espalda desnuda con sus pequeñas manos. Ella se separó de mí y la dejé ir.

La vi moverse por la habitación, quitando los cojines de la cama y poniéndolos en el suelo, después ella destapó la cama y apagué la luz del cuarto de baño para verla acostarse.

- ¿No te acuestas? - dijo haciendo algo en su teléfono. - Mañana tendré un día duro, el Señor Ferrera me tiene la cabeza loca, creo que voy a necesitar a un psiquiatra dentro de poco.

- Te quiero - dije. Ella levantó su vista y me miró. Dejó su teléfono en la mesita y se destapó, caminó de rodillas hasta el borde de la cama y abrió sus brazos. Fui hacia ella y la abracé.

- Yo también te quiero. ¿Qué te pasa hoy?

- Solo quiero que me abraces, todo el tiempo, y no me sueltes. - La apreté más contra mí.

- Lo haré, te abrazaré toda la noche si quieres, pero no puedes entrar en la cama con los zapatos - besó mi hombro.
Se separó de mí y yo me encargué de quitarme los zapatos y los pantalones. Después me metí en la cama y me acomodé en su pecho, abrazando su pequeño cuerpo. Ella me rodeó con sus brazos y besó mi frente.

- Di que me quieres de nuevo - susurré.

Ella rió por lo bajo - Te quiero - acarició mi pelo - Te quiero mucho.

- No me dejes nunca.

- Jamás te dejaré. Estoy aquí, siempre voy a estar aquí.

- ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo.

Aria se encargó de que me relajara con sus caricias en mi brazo. Cerré los ojos poco a poco, aunque no quería hacerlo.

Cuando abrí los ojos la mañana siguiente me incorporé sintiéndome aturdido. Estaba tumbado en la cama, con mis pantalones y mis zapatos puestos. Ni siquiera me había acostado.
Iba a volverme loco como siguiera así, soñaba con ella en Nueva York, pero nada comparado con esto. Aquí se sentía real mientras que en Nueva York todo estaba borroso. Necesitaba un loquero.

Me metí en la ducha y me dediqué a sentir el agua templada caer sobre mi cuerpo. Estaba cansado, no sabía cuál iba a ser mi próximo movimiento. No sabía qué hacer.

Me vestí antes de bajar. Alice no estaba en su habitación, la cama estaba hecha y su habitación estaba perfectamente ordenado, otro mundo comparado con Aria, que siempre tenía ropa y zapatos por la habitación.

La puerta de la habitación de invitados estaba abierta, la cama estaba hecha. Escuché voces en la cocina y moví mis pies para llegar a la planta de abajo.

Alice rió y sonreí al escuchar su risa. Me apoyé en el marco de la puerta y vi a Alexa y a mi hija haciendo tortitas.

- Y ahora... - dijo Alexa cogiendo la sartén por el mango y levantándola un poco. - Aléjate un poco - Alice lo hizo y Alexa levantó la sartén hacia arriba haciendo que la tortita saliera volando y cayera de nuevo en la sartén dada la vuelta.

- Vaya, eso ha sido realmente impresionante - aplaudí. Ambas se dieron la vuelta y sonrieron.

- Lo sé - dijo Alexa - Me he tomado la libertad de invadir tu cocina para hacer el desayuno - dijo dejando la tortita en un plato.

3. Saga Cree en mí - Heavy CrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora