Capítulo 20: La Ciudad Esmeralda

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 Arthur, Francis y Alfred con Michelle se detuvieron al ver una gran luz verde al final del camino

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 Arthur, Francis y Alfred con Michelle se detuvieron al ver una gran luz verde al final del camino. Finalmente, se habían topado con la Ciudad Esmeralda. La ciudad se encontraba amurallada y al lado de la entrada un guardia permanecía vigilando. El grupo se acercó a él para pedirle que los deje pasar.

—Buenas tardes señor—lo saludó Alfred—. Tenemos que ir a ver al Mago de Oz, ¿Nos deja pasar, porfa?

— ¿Y para que quieren ver al Mago?

—Hace unos días, yo estaba viviendo en otro universo, pero un tornado me trajo aquí con mi casa y aplasté a una bruja, pero otra bruja me dijo que era mala así que quedé como "genial, soy un héroe". Luego me dijeron que si venía aquí, el Mago me llevaría devuelta a mi universo. En el camino me encontré Arthur, el que está al lado mío, quien también viene de mi universo pero cayó en un pozo y terminó aquí. Luego nos encontramos a Francis, a quien una bruja mala lo hechizó y por eso se ve así. Y la que está en mi bolsillo es Michelle, a ella la secuestró un hada porque quería que bese a un sapo y quiere volver con su madre—explicó Alfred—. Por eso estamos aquí.

El guardia lo miraba confundido, tratando de procesar todo lo que le habían dicho. Arthur se golpeó la cara.

"Idiota, no tenías por qué explicarle todo" pensó.

—Emm, no sé si califican para que les dé el paso.

Arthur vio al guardia fijamente e inexpresivo. Entonces se agachó y tomó un pie de Alfred, levantándolo (y tirando al rubio al piso de paso) para mostrarle los zapatos de plata. Los ojos del guardia brillaron al ver aquel objeto.

—No puede ser... ¿Esos son...?

—Sí y ahora déjanos ir a ver al Mago de una buena vez.

Alfred se puso de pie, se acomodó sus anteojos y limpió la tierra de su cabello.

—Nunca preguntar—le dijo enojado a Arthur.

El guardia se acomodó su sombrero.

—Bueno, supongo que tienen muy buenos motivos—dijo el guardia—. Así que les dejaré pasar. Pero antes, deben usar esto—el guardia abrió una caja al lado suyo y sacó tres pares de unos anteojos con lentes verdes—. Deben usarlos para evitar que la luz de la ciudad los ciegue—bajó la vista para ver a la pequeña Michelle en el bolsillo de Alfred—. Lamentablemente no tengo anteojos de su tamaño.

Francis, Arthur y Alfred se pusieron sus anteojos. Michelle, por su parte, se escondió aún más en el bolsillo de Alfred. El guardia les abrió las puertas y vieron con asombro la enorme y bella ciudad enfrente de ellos.

—Ya que son nuevos, voy a acompañarlos en su recorrido—les dijo el guardia.

— ¿No tienes que trabajar?—le preguntó Alfred.

—Pues ya se me fueron las ganas.

Grandes edificios de color esmeralda los rodeaban mientras caminaban. Las personas a su alrededor vestían de una forma particular. No tenían la vestimenta típica de los habitantes de los otros reinos, sino ropa más moderna, similar a la del mundo de Arthur y Alfred (y también, de color verde). También se notaba que era una ciudad mucho más avanzada tecnológicamente, teniendo varias lámparas de luz artificial alrededor de las calles. Alfred notó que estas personas eran de estatura normal, no como las que se encontró cuando recién llegó a este mundo.

[Hetalia] Cuento de Luz y SombraWhere stories live. Discover now