Capítulo 3: Sigue al Conejo Menta

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 Arthur ya estaba cansado de estar sentado junto a su hermano a orillas del río sin tener nada que hacer, había ojeado el libro que su hermano estaba leyendo pero le parecía de lo más aburrido

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 Arthur ya estaba cansado de estar sentado junto a su hermano a orillas del río sin tener nada que hacer, había ojeado el libro que su hermano estaba leyendo pero le parecía de lo más aburrido.

— ¿Por qué lees un libro que no tiene ni dibujos ni diálogos?—le preguntó a su hermano mayor.

—Es un libro de historia, idiota—le respondió su hermano, Alistair.

Arthur era el menor de cinco hermanos, hijos del señor y la señora Kirkland. Alistair era el mayor, le seguían los mellizos Brian y Ciarán, luego Dylan y por último estaba él. Como podrán notar, no se llevaba muy bien con Alistair. Sus padres los habían obligado a pasar tiempo juntos para ver si podía mejorar su situación; hasta el momento, no estaban obteniendo resultados.

Arthur miraba en todas las direcciones, queriendo distraerse, cuando notó algo que le llamó la atención. Se trataba de un conejo color menta, con un par de alas del mismo color. Este revoloteaba a la distancia y se alejaba cada vez más. Se preguntó si se había dormido del aburrimiento y estaba metido en un sueño, se sentía muy real para serlo. Rápidamente se levantó y comenzó a seguir al conejo.

— ¿A dónde vas?—le preguntó su hermano. El rubio no le contestó y simplemente lo ignoró para seguir con su lectura. De todos modos, si se iba era mejor para él.

Arthur persiguió al roedor, o ave, o lo que fuera que sea. Seres como ese solo podían existir en la fantasía. El conejo cada vez huía más rápido hasta que llegó a un árbol, debajo del cual una madriguera se abrió y el animal desapareció por ella. El rubio se puso de rodillas al lado de la madriguera para observarla. El hueco parecía no tener fin, no podía ver el fondo ni al conejo que había descendido por él. Se acercó un poco más, quedando aún más al borde. De repente, la tierra debajo de él se rompió, haciendo que caiga. Arthur gritó mientras intentaba aferrarse a las paredes, pero solo logró llenar sus manos de tierra. La salida cada vez era más lejana, hasta que quedó en completa oscuridad.

Estuvo un buen rato cayendo. Se preguntó cómo era posible que un animal hubiese hecho un agujero de esa profundidad. Comenzó a temer por su vida, ya que a esa distancia del suelo de seguro moriría al chocárselo. Sin embargo, poco a poco el túnel se fue alumbrando y pudo ver que estaba repleto de armario y estantes. Logró agarrar algo de uno de los estantes, y cuando observó el objeto vio que era un frasco vació con una etiqueta que decía "Mermelada de naranja".

"¿Qué mierda está pasando?" se preguntó.

Pronto, pudo distinguir el suelo debajo de él. Cerró los ojos, esperando su final. En vez de chocarse contra el piso comenzó a descender más lentamente. Abrió los ojos y vio cómo sus pies tocaban un suelo compuesto por baldosas blancas y negras que se alternaban. Miró hacia arriba y en vez de ver un túnel se encontró con un techo blanco ¿Dónde estaba el pozo por el que había descendido? Miró a los costados y vio un pasillo que se extendía enfrente de él. Al final del mismo había una puerta y delante de la puerta estaba el conejo. El rubio persiguió nuevamente al animal, que voló hacia el picaporte y abrió la puerta.

Cuando llegó a la otra habitación, vio que el conejo se estaba yendo por una puerta pequeña en la cual él no cabía, y luego la cerró de un portazo. En el centro de la habitación había una mesa redonda, sobre la cual había una llave y un frasco con una etiqueta. Tomó el frasco con sus manos y leyó en texto en la etiqueta: "bébeme". A Arthur no le inspiraba mucha confianza, tranquilamente podía ser algún tipo de veneno que lo mataría al beberlo.

El rubio permaneció un momento meditando su decisión. Realmente no tenía muchas opciones estando encerrado en ese lugar, así que destapó el frasco y tomó un pequeño sorbo. No tenía un feo sabor, era más o menos dulce. Lo raro era que, luego de beber aquel sorbo, sintió algo extraño en su cuerpo y vio como cada vez se achicaba más. Ahora era del tamaño de la puerta.

"Bueno, ahora ya podré salir" pensó.

Tomó el picaporte con sus manos y lo giró hacia la derecha, pero estaba cerrada. Entonces recordó la llave que había visto en la mesa.

"Mierda" pensó otra vez.

Fue nuevamente hacia la mesa e intentó saltar para alcanzar la llave, sin poder siquiera sostenerse de los bordes. Intentó trepar por una de las patas de la mesa, pero acabó cayéndose y golpeándose la cabeza contra el piso. Cuando se incorporó, vio que debajo de la mesa había una caja. Fue hacia la caja y cuando la abrió encontró cuatro galletas que tenían escrito "cómeme". Pensó que, si lo del frasco no era veneno, lo de las galletas tampoco, entonces se comió una entera y en unos segundos su cuerpo ya había vuelto a su tamaño habitual. Tomó la llave y abrió la puerta. Ahora solo tenía que volver a encogerse. Agarró el frasco que había quedado en el piso y tomó otro sorbo, volviéndose a hacer pequeño.

"Tengo que mostrarle esto a todos" pensó viendo el frasco que ahora era de la mitad de su tamaño. Agarró las otras tres galletas que quedaban y comenzó a cargarlas, como pudo, junto al frasco. Cruzó la puerta y una vez del otro lado comió otra galleta. Ya en su tamaño normal y pudiendo ver mejor el paisaje, se encontró frente a un lugar totalmente desconocido. Era como un bosque, con un aura extraña. Se sentía como un lugar mágico. Guardó el frasco y las dos galletas que le quedaban en el bolsillo de su abrigo. Caminó por el bosque sin rumbo algo, tan solo quería encontrarse con alguien que le pudiese explicar dónde estaban. Arthur no era precisamente un amante de la flora y la fauna, por lo que cada cierto tiempo maldecía a la nada por chocarse con una raíz o una rama.

Siguió un buen rato a ese ritmo, cada vez menos motivado a seguir, hasta que logró encontrar no una persona pero si un rastro de civilización. Se trataba de una construcción humana, por lo que no muy lejos debía haber alguien. Un camino de ladrillos amarillos se extendía por el bosque, y en una dirección al azar el rubio comenzó a seguirlo así tal vez, en algún punto, se encontraría con un habitante de ese extraño lugar. 

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Nota: los nombres de los hermanos corresponden a:

-Alistair: Escocia

-Brian: Irlanda del Norte

-Ciarán: Irlanda

-Dylan: Gales

[Hetalia] Cuento de Luz y SombraWhere stories live. Discover now