छक्का

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0006.

Un par de días después, recibí una llamada de Alicia solicitándome que le llevara una bolsa de Doritos y dos latas de Coca-Cola.

Sabía que la segunda era para mí. Alicia tomaba eso como una auténtica cita de pareja.

Fui a su casa con la mentalidad de que estaríamos solos, pero me equivoqué. Su padre fue quien abrió la puerta principal para recibirme.

Al principio me escrutó con los ojos como rendijas y sentí que iba a engullirme con ese gesto, pero después lo abrillantó y me extendió la mano.

Conjeturo que fue la bolsa de cartón que llevaba cargando lo que hizo que confiara en mí. Siempre pensé que era eso.

—Hola —murmuré aun con miedo.

—Jason, ¿verdad?

—El mismo.

Alicia le había hablado de mí. Eso me hizo componer el semblante.

Escuché movimiento en la parte de arriba de la casa y, cuando me propuse dirigirme a las escaleras, el hombre se aferró a mi codo y me impidió continuar.

Intenté no demostrarle que estaba teniéndole aprensión.

—Tengo que hablar contigo... sobre Alicia.

—Y yo tengo que ir con ella —no sé de dónde salió la valentía para decir eso.

—Sí, lo sé, me pidió que te dejara pasar de inmediato —empezó a murmurar. No quería que Alicia se enterara que yo ya había llegado—. Es una plática necesaria, Jason.

—Eh..., vale —terminé contestando. Mientras más rápido hablara con él, más pronto podía ir directo con Alicia.

Me señaló un sofá de dos plazas que parecía demasiado viejo como para soportar a dos personas, pero aun así nos sentamos. Escuché los resortes protestar ante nuestro peso, así que intenté apoyarme más sobre las piernas para no causar algún accidente.

El hombre carraspeó y su semblante se volvió más serio de lo que había estado con anterioridad.

—Alicia es algo complicada —murmuró. Solamente asentí, ya que eso lo tenía mucho más que claro—. ¿Sabes cuántos chicos ha traído a casa en los últimos dos meses?

Sentí que la bolsa de víveres se me resbalaba de las manos.
Alicia y yo llevábamos dos meses saliendo. Casi eran tres, o cuatro. Ya había perdido la cuenta. Me sentía en el cielo y él me había hecho caer sin paracaídas ni nada que me detuviera de un fuerte golpe.

Abrí los ojos como platos, estando claramente sorprendido por sus palabras.

—Sabes, Jason, a veces ya no le digo nada a ella porque siento que no soy nadie para hacerlo.

¿Qué demonios estaba diciendo? Era su padre y bien podía ordenarle que no lo hiciera. Sabía que estaba saliendo conmigo. ¡Hasta ella le había hablado sobre mí!

—Es una chica problemática, Jason.

Lo que Alicia nunca supo | LIBRO IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora