CAPITULO CATORCE

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—Esta es nuestra habitación —Al escuchar eso me doy media vuelta de inmediato para mirarlo mal.

—Nuestra me suena que es de ambos.

—Exactamente —Me guiña un ojo e intenta tocar mi barbilla.

—No voy a compartir la cama contigo.

—Ni siquiera nos sentiremos —Tiene razón, esta habitación es inmensa, quizás del tamaño del salon del apartamento de Evan. Al igual que la cama, podría jurar que cabemos cinco personas, pero no la compartiré.

—Ire a ver si Olive tiene espacio para mí, quizás a ella si le dieron una habitación para ella sola —Hago un ademan de abrir la puerta, sin embargo, Evan me detiene tomándome por las caderas.

—¿Sigues molesta?

No me digno a contestar, solamente ruedo los ojos, me quito las zapatillas y comienzo a dar vueltas por la habitación. Toda ella es blanca, la cama la decora un edredón azul grisáceo muy elegante, las paredes tienen fotografías de Evan en su niñez, hay una estantería en donde descansan carritos de juguetes, figuras de colección y más fotografías.

—Era más guapo de pequeño —Mira la misma fotografía que yo estoy mirando, en donde tiene el cabello rubio, las pestañas sumamente largas y la cara manchada de chocolate —Así será nuestro futuro hijo.

—¿Hijo? —Abro los ojos de par en par.

—Si, todos comenzaran con la letra E. Ya sabes tu eres Venus Elizabeth y yo Evan.

—No tendremos hijos, tan pronto acabe esto me olvidaré de ti.

—La niña se llamará Eva.

—No tendremos hijos.

—Nunca digas nunca; pero ella no será la única —Volteo a mirarlo con mala cara —Tendremos toda una guardería.

—Claro, con mi paciencia seguro los cuidaré a todos.

—Yo los cuidare mientras tu descansas, es lo de menos

—Si tú dices —Ruedo los ojos cansada de escucharlo.

Noto como Evan se tensa, de inmediato arruga el ceño y camina hacia mí.

—¿Te sientes bien?

Intenta tocarme, pero su tacto es lo único que no necesito ahora. Menos después de sentir esos celos de mierda que no deberían de existir y menos por él.

—Estoy perfecta.

—Venus, dime que pasa.

—¿Crees que está bien que te vayas a pasear toda la tarde con ese encanto? 

Abre los ojos de par en par como si no pudiera creer lo que está escuchando.

—¿Estas celándome? —Sus ojos se oscurecen y su mandíbula se tensa.

—Jamas.

—¿Entonces que te molesta?

—Podrían pensar que estas engañándome —Me cruzo de brazos —Eso nos pondría en riesgo a ambos.

—Mis padres ni siquiera estaban ahí.

—No me importa.

—Entonces que no te importe, solamente no me estes reclamando —Responde molesto.

Ruedo los ojos, me obligo a tragar esas ganas de querer gritarle, y aunque mi sangre este más que hirviendo tengo que calmarme; por lo que me quito el patético vestido que juraría está asfixiándome y lo aviento al otro extremo de la habitación.

Caótica bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora