CAPITULO DÍEZ

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Estoy en el elevador subiendo al tercer piso, justo como ha dicho Evan. Por suerte ningún guardia de seguridad me pregunto por mi hospedaje ni mucho menos, así que ahora estoy bebiendo de una botella de alcohol, y haciendo buches para que si parezca que voy ebria.

En cuanto el elevador llega al tercer piso siento mi corazón latir velozmente, mi cuerpo llenarse de un sudor frio y ganas de querer huir ahora mismo. Pero debo hacerlo, es parte del trato.

Le tomo lo suficiente la botella como para no embriagarme, pero si para obtener, aunque sea un poco de valor. Me dirijo hacia la habitación trecientos dos, en donde está la futura víctima.

—Gisselle, abre la puerta —Toco varias veces mientras actuó un tono de voz que parece de chica ebria —Vamos, tengo que orinar —Me detengo un momento para escuchar que alguien dentro se acerca a la puerta, de inmediato vuelvo a tocarla con desespero.

—¿A quién buscas? —El hombre abre la puerta de mala gana. Lleva un pijama de seda, parece cansado y aunque tiene cuarenta y tantos años, luce bastante mayor.

—A mi amiga —Rio torpemente —¿Ella no está aqui?

—Supongo que no —Hace un ademan de cerrar la puerta, pero lo interrumpo poniendo mi mano en ella.

—Que tonta, me he equivocado de habitación —Despeino mi cabello de una manera algo seductora —Es que tengo muchas ganas de entrar al baño, he bebido bastante —Le muestro la botella, le doy un trago y noto como el señor arruga el ceño, pero al instante me recorre el cuerpo con la mirada.

—Puedes pasar a mi baño, Si gustas claro.

—¿Haría eso por mí? —El hombre me abre paso a su habitación —Usted es tan amable, Ya no hay personas amables en este mundo —Le doy otro trago a la botella e intento caminar chueco.

—El baño está a tu izquierda.

—Genial —Le muestro mi pulgar arriba y entro al baño.

En cuanto me siento en el inodoro para pensar, escucho como el hombre murmura algo para sí mismo, tambien logro oír el cómo le pone seguro a la puerta de la habitación y camina hasta su cama.

Tiro de la cadena, seguido me miro en el espejo, saco un poco mis pechos para pronunciar el escote, hago un poco más corta la falda del vestido y me retoco el brillo labial para que mis labios se vean más apetecibles.

Me digo a mí misma que puedo con esto; tambien le pido al universo que me cuide para poder salir viva de esta situación, hasta que llega el momento de abrir la puerta y caminar a la cama del hombre, donde mira desinteresadamente la televisión.

—Termine —Le sonrío —Gracias por dejarme usar tu baño.

—Gracias a ti.

—¿Qué es lo que miras? —Señalo la televisión, me acerco un poco a su cama para mostrarle que aun no quiero dejar su habitación.

—Nada en realidad —La apaga y se levanta de la cama para caminar hacia mí.

—Ya veo —Doy unos pasos hacia atrás con inocencia —Creo que me voy a buscar a mi amiga.

—¿Si mejor ella te busca a ti? —Me estrello contra la pared, haciendo que él me alcance para tocar mi cadera sutilmente —Estas muy ebria para andar sola por ahí, no toda la gente es buena muñequita.

—Es cierto, ¿Entonces que hago? —Miro su cama y después a él.

—Podrias quedarte aqui, solo si tú quieres —Levanta ambas manos, pero continua muy cerca de mí.

—¿Por qué tengo la intuición de que tú me quieres es tu cama?

—Porque es verdad cielo —Toca mi cabello, después mi mejilla para al finar llegar a mis labios —Yo te cuido.

Caótica bellezaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt