Capítulo 6

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Louis me detuvo ante las puertas de bronce con tachones del salón real de audiencias y me dijo:

—Espera aquí.

Peleo se hallaba sentado en un sitial de respaldo alto en el extremo opuesto de la sala. Cerca de él se hallaba un hombre viejo a quien había visto antes en compañía del rey.
Se hallaba en pie muy cerca del monarca, como si ambos estuvieran conversando. El fuego humeaba bastante, caldeando la estancia y haciendo que el aire fuera demasiado pesado. Tapices de intensos colores cubrían las paredes y los siervos se afanaban en bruñir las viejas armas a fin de que conservaran su esplendor.

Louis pasó entre ellos y se arrodilló a los pies del monarca.

—He venido a pedirte perdón, padre.

—¿Qué...? —Peleo alzó una ceja-.Bueno, habla. —Observé el rostro de Peleo desde mi posición; parecía frío y poco complacido. De pronto me asaltó el miedo. Habíamos irrumpido en el salón de audiencias. Louis ni siquiera había llamado.

—He apartado a Harry de la instrucción.

Mi nombre sonó tan extraño en sus labios que apenas si fui capaz de reconocerlo.

El viejo rey frunció el entrecejo y preguntó:

—¿Quién...?

—Menoitiades —repuso Louis.

Ese era yo: Menoitiades, el hijo de Menecio.

—Ah, sí. El chico a quien quería azotar el maestro de armas. —El rey miró hacia mi posición, donde yo hacía todo lo posible por permanecer inmóvil.

—Sí, pero no es culpa suya. Me olvidé decir que le quiero como compañero.

Utilizó la palabra compañero, un hermano de armas consagrado a un príncipe por lazos de sangre, juramento y amor. En la guerra, esos hombres formaban la guardia de honor del rey y en la paz eran sus consejeros más cercanos. Era un puesto de la más alta estima y la otra razón por la cual los muchachos se acercaban al hijo de Peleo: esperaban ser uno de los elegidos.

—Ven aquí, Harry—dijo el rey al tiempo que entornaba los ojos.

La alfombra era espesa bajo mis pies. Me arrodillé ligeramente por detrás de Louis. Pude sentir el peso de la mirada regia sobre mí.

—Durante muchos años te he propuesto compañeros y tú los has rechazado a todos, Louis. ¿Por qué has elegido a este chico?

Yo mismo podría haber formulado esa pregunta. No tenía nada que ofrecer a un príncipe. Entonces, ¿por qué realizaba un acto de altruismo tan grande conmigo?

Peleo y yo aguardamos la respuesta con interés.

—Es sorprendente.

Alcé el rostro y crispé un poco el gesto. Si pensaba eso de verdad, debía de ser el único.

—Sorprendente —repitió Peleo.

—Sí. —Louis no explicó nada más aun cuando a mí me hubiera gustado que lo hubiera hecho.

Peleo se frotó la nariz con aire pensativo.

—El muchacho es un exiliado y viene con una mácula. No añadirá mucho lustre a tu reputación.

—No lo necesito —repuso Louis, pero no lo dijo con orgullo ni en un alarde de fanfarronería. Hablaba con sinceridad. Peleo así lo reconoció.

—Aun con todo, los demás muchachos van a sentir una gran envidia de que hayas elegido a este. ¿Qué piensas decirles?

—Nada en absoluto. —Pronunció la clara y escueta respuesta sin la menor vacilación—. No es a ellos a quienes debo decirles lo que hago o dejo de hacer.

The Song of TwoWhere stories live. Discover now