—¿Qué quiere decirme con eso?

«Como me diga algo del estilo de Kibo, quemo el hospital».

—Quiero decir que nosotros ya solo podemos esperar, pero el trabajo más duro le toca a este de aquí. —Señala a su novio—. Estoy seguro de que se recuperará, pero es importante que él ponga de su parte.

—La pondrá, solo está cansado —asegura.

Logra identificar la mirada que le echa, casi de lástima.

—Eso seguro. ¿Se va a quedar a dormir?

—No me pienso mover hasta que no lo vea despierto, así que apúnteme como su acompañante esta noche y las que hagan falta.

Mientras se sienta en la incómoda butaca en la que tendrá que dormir en unas horas (si es que puede), avisa por mensaje a Gloria de que él se encarga, que no pasa nada si prefieren no volver hasta el día siguiente.

Tras una merienda consistente en una barrita cutre de proteínas, el equipo de bomberos aparece por completo, con ramos de flores y la pena clavada en la mirada.

—¿Cómo está? —pregunta Aitana—. Nerea está aparcando, está cagada.

—Pues no está tan lejos el hospital —espeta— y yo llevo desde las dos y cuarto aquí.

—Bueno —Juan Antonio pasa sin permiso, intentando relajar el ambiente tenso—, lo importante es que estamos aquí. ¿Cómo se encuentra?

—Sigue dormido. No saben cuándo despertará, pero la operación ha ido bien.

—Qué alivio —comenta Ricky, pasando también y dejando un ramo junto a su cama. Tras mirarlo encamado un par de segundos, besa su frente—. Yo también quiero quedarme con él.

—Se supone que no dejan pasar a mucha gente —masculla.

—Tío, entiendo que estés mosqueado —interviene Miriam—, pero no la pagues con quienes vienen a ver cómo está. Somos gente con un mismo objetivo: que esté bien.

Se le cristalizan los ojos, momento en el que la rubia no puede evitar estrecharlo entre sus brazos. Su abrazo es más suave que el de Kibo, pero también familiar.

—Va a estar bien... —asegura Aitana, al lado de ambos, pero sin querer meterse.

—¿Seguro?

—Es Agoney —responde Ricky—. Saldrá de esta.

Se encoge de hombros, librándose del abrazo con rapidez. De repente le agobia demasiado. Deja que pasen y no bloqueen la puerta, pero él se sienta en su butaca. Ricky vuelve a su sitio inicial, al otro lado de la camilla, sujetando la mano del moreno sin decir nada. Durante un buen rato, nadie habla, casi ni respiran. Se dedican a observar al policía, que no hace amago de moverse.

La tarde se hace más larga que las horas de siesta que ha pasado solo. Hablan un poco, le cuentan cosas al que está en una especie de coma, por si los escuchara, picotean comida de la máquina del pasillo. Nerea y Raoul se turnan para estar sentados y estar de pie a su lado, como si fuera a mejorar la situación. Solo ellos saben lo que es atender en la ambulancia a alguien tan importante para sus vidas, así que es la única a la que todavía no ha hablado mal.

Conforme pasan las horas, la gente se marcha y viene a visitar al enfermo. Mamen aparece brevemente, y Raoul tiene que morderse la lengua para no soltar veneno. Manolo se acerca a última hora de la tarde junto a sus consuegros, que no tienen intención de quedarse, no con el rubio decidido a no moverse de allí.

Cuando Aitana convence a Nerea de que deberían volver a casa e intentar descansar, va al baño adyacente a la habitación. Ricky se queda solo el tiempo que tarda, pero cuando sale no lo está. Jonathan se gira con los ojos enrojecidos.

En el improbable caso de una emergencia-RAGONEYWhere stories live. Discover now