Cristal afirmó con la frente en alto, dispuesta a seguir delante, dejando que su mano se deslizara sobre el hombro del muchacho y le devolviera un agradecimiento reiterado.

Atónito, no se movió, y en ese momento, ella deseó para sí misma hacer algo provechoso y que podría cambiar su rumbo. Pero único que beneficiaría a los Trascendidos, sería la caída del heredero, si eso era lo que querían.

Las señales de que su grupo la buscaba comenzaron a manifestarse tan pronto hizo ese movimiento.

El estallido de una moneda de titanio y cobre frente al pavimento la advirtió de una presencia cercana y peligrosa. Podía percibir aquella esencia llenar sus narices, la misma con la que se acostumbraba a estar cerca de Sombra. Era una pista mortal que le daba la sensación de que él no la había perdido de vista.

No se equivocaba.

En el momento que Igni desfijó su atención a ella, también se vio rodeado del aroma intenso a titanio que invadía el ambiente nublado de a poco. Lo que al principio parecía ser una broma de parte de las multitudes ya retiradas, se estaba convirtiendo en una amenaza real.

—¿Seguro de que Cristal se encuentra con uno de esos Guardianes inútiles? —Llamarada reclamó con furia a Sombra, a medida que avanzaban sobre la entrada, incorporándose ante las vallas con un halo de humo metálico —Si eso es verdad... Me temo que la perdimos de nuestro lado para siempre.

—Si no me equivoco, sí. Está a un paso de entrar en la Sede.

Llamarada maldijo y le dedicó una señal al equipo para que se reuniesen con él. Sombra y Dama Venenosa le siguieron de frente.

★★★

Tal y como había realizado en un principio, Cristal se aisló en una esquina para observar al grupo de La Orden correr por las aceras de La Sede tras ella y se apresuró para escapar través de una de las puertas semiabiertas. Al empujarlas, escuchó los gritos apabullantes del resto de Guardianes que peleaban, dagas rechinando por los aires y el estallido eléctrico que algunos recibían en la cabeza a golpes.

La capucha que le llegaba a las rodillas y su antifaz era su última esperanza para zafarse de que descubriesen su verdadera identidad para atacarla.

Cristal luchó por mantenerse encima de la vereda, e igualando el mismo movimiento que sus compañeros, echándose a andar y esquivando disparos de fuego que provenían de los Guardianes más desconocidos. A menudo, veía cómo recargaban sus habilidades cada vez que volvían a tocar una bolsita incrustada en la cintura y se ponían a desfilar en torno a la residencia.

«Son Quemadores pertenecientes a la Sede, están intentando debilitarme», le vino a la mente en forma de pensamiento fugaz.

No solo luchaba con esquivarlos, sino también con no desplomarse en medio de la brumada ciudad y las difusas vistas alzándose detrás de las plazoletas y el andar de los civiles de los cuales ya no había rastro presente.

Todos la habían abandonado. Era una batalla entre ella, La Orden y los que vigilaban las entradas del edificio.

Casi resbalándose en medio de los arbustos, creó una barrera de hielo con el movimiento circular de sus dedos y cambió de rumbo al lograr que sacudiera dicha zona con una explosión. Tembló, mirándose a sí misma, reconociendo que, pese al enorme esfuerzo de volver a recolectar agua, no podía concentrarse en hacerlo teniendo a gente que buscaban un momento oportuno para atacarla.

Unos pasos extraños la alcanzaron rápidamente, y arrancando las ramas del lugar para lanzárselas, se dejó caer, rondando contra la tierra. Cristal respiró con desesperación, pero luego dio cuenta quien estaba rodeándola. Tenía a Venenosa encima, pero daba lo mejor de sí misma para sacársela de encima, pese a que sus huesos sentían el frío calando en su cuerpo.

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