Parte IV. Enfrentamiento en Vaybora. Capítulo 3.

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Nadiva.

Cuando el fuerte empellón del ratero lanzó a Maxe al piso, creyó que había tratado de robarle la bolsa, pero resultó tratarse de una de sus armas.

-¡Me cago en tus muertos, mi daga! -maldijo el veterano guerrero y salió tras el ladrón con asombrosa rapidez.

Ella, que había salido disparada a un lado con el empujón del maleante, se incorporó dando manotazos a su túnica, contrariada.

Nadie se ofreció a ayudarla. Ni lo quería. Su no hubiese tanto público habría hecho al malandro arrepentirse de sus modales. Ojalá Maxe le diese su merecido y lo pudiese en fuga.

Iba a acomodarse la capucha, algo corrida, cuando alguien se le arrimó por la espalda, lo suficiente para escucharlo susurrar: "Haremos picadillo a tu amiguito, guerrera".

Sintió al draco tensarse en su interior al segundo que se volteaba. Pero ya el hombre, encapuchado también, había seguido de largo corriendo en pos de Maxe y del truhan que le llevara el arma tras el calculado y violento choque.

No sabía de qué iba exactamente aquello, pero estaba relacionado con la guerrera. Incluso parecían haberla confundido con ella. Pero no podía quedarse al margen. Era la más sólida pista en mucho tiempo, y no pensaba desperdiciarla. A fin de cuentas, su ahínco por encontrar a la última de los guerreros imperiales era cuestión de vida o muerte.

Su vida, o su muerte. Y la del draco con el que compartía su existencia.

La última guerrera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora