Interludio. Siete años después, en Vaybora...

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Vaybora. Extremo más oriental de Imperiae.


Siete años después de los sucesos de la Fortaleza de Piender.


Barstan


-¡No te resistas, bruja! ¡Será peor! ¿Eso quieres?


Dejó definitivamente su plato y se volteó para seguir la escena: en las manos de un par de hombres con aparatosas armaduras de cuero tachonado se zarandeaba, desesperada, una mujer. Un tercero trataba de ponerle unas esposas de hierro con incrustaciones de piedra belladita. Un cuarto, en medio de aquel establecimiento lleno de personas de variopinta edad, raza y origen, era el que había gritado la amenaza.


-¡Soy inocente, buenas gentes, no soy una magi! -pataleaba la mujer-. ¡Por los Altísimos lo juro, no soy una magi!


-¡Suéltenla, malparidos, ella dice la verdad! ¡No somos magis! ¡Busquen en otra parte! -vociferaba a coro el dueño del hostal, un hombre grande, que llevaba un brazo en cabestrillo y le faltaba una pierna, sustituida por una prótesis de palocorcho.


Lo de malparidos e idiotas no gustó, y uno de los de cuero le estampó un puñetazo. En los presentes se escuchó al unísono una exhalación de sorpresa cuando el tipo cayó derrengado, pero fue todo. Los involuntarios espectadores del apresamiento no se atrevían a intervenir. Él tampoco lo haría.


-¡Basta, por favor! -imploró la mujer, desfallecida. Solo se escuchaban sus súplicas y los sollozos de una niña pequeña que observaba todo apretada contra una esquina de la barra.


-¡Si no cooperas será peor para ustedes! -la amenazó uno de los que la tenía sujeta-. ¡Y para tu hija también, magi!


-¡Por favor, mi hija no! ¡Somos inocentes, no somos magis! -gimió la pobre, vencida, cuando el pusieron los pesados grilletes.


-Por orden del Gran Archimaestre de la Bástida y el Rey Regente, se procede a la captura de esta mujer, acusada de violar los Edictos y ocultar su identidad de magi, por lo que será trasladada a una de Las Cortes en espera de juicio -declaró el que seguía de pie en medio del lugar y que a todas vistas estaba al frente de la partida de manosdehierro que apresaban a la mujer del hostelero. Por la fluidez con la que soltaba esa seguidilla, y por su cara de hastío, era evidente que estaba lejos de ser la primera vez que la pronunciaba-. Se les recuerda que a los juicios puede asistir todo el que desee y así presenciar cómo se imparte la justicia. Se les recuerda también que deben informar sobre cualquier actividad de magis que viole los Edictos. Es una cuestión de seguridad para las buenas gentes de Imperiae, y la Bástida así como el Regente pagarán por su cooperación. ¿Alguien tiene algo que añadir a este arresto?


El líder de los manosdehierro recorrió las caras de los presentes, aguardando. Pero nadie intervino. Nadie intervenía nunca -o casi nunca. Y de hacerlo, entonces habría más de un apresado.


-Suéltenlo -ordenó el jefe a los que seguían sujetando al hostelero.


Ya libre, el hombre se tambaleó sobre su único pie.


-Manodehierro de mierd... -se le escuchó decir, pero uno de los que seguía a su lado no lo dejó terminar: un fuerte puño al estómago y ahora, sin nadie que lo sujetara, el cojo volvió a caer al suelo, arqueado y gimiente.

La última guerrera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora