Nueve parte 1

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Toda la ciudad se las había arreglado para ir a la iglesia a presentar sus últimos respetos a la abuela

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Toda la ciudad se las había arreglado para ir a la iglesia a presentar sus últimos respetos a la abuela. No habían conseguido convencerme de ir a verla allí tumbada, inmóvil y pálida. Seguro que no la habían maquillado bien. Era una experta en maquillaje y siempre iba perfectamente arreglada. Me gustaba saber que tenía la abuela de setenta años más guapa del mundo entero.

Cuando mi madre y mi padre se habían negado a dejar que me maquillase en absoluto, la abuela me secuestró un fin de semana en su casa para enseñarme la técnica de la «chapa y pintura», como ella decía.

Otra lágrima se deslizó por mi mejilla y levanté la mano para secarla con el pañuelo que alguien me dió. Me había sentado tantas veces con la abuela en la tercera fila. Nos escribíamos notas, hasta que mi madre me mandaba una mirada de advertencia. Siempre nos hacía reír. La abuela fingía que guardaba el papel, pero en realidad se volvía más taimada. La abuela era muy parecida a Jungkook, en el sentido de que aceptaba al Yoongi que realmente había en mi interior. Pensar en él hizo que se me formase otro nudo en la garganta. Empezaba a depender demasiado de él y cuando Jimin regresara todo se complicaría aún más.

—Hola. —La voz grave de Jungkook me sorprendió y levanté la cabeza para encontrarlo justo frente a mí. No esperaba que viniera esa noche. Aparte de que nunca ponía los pies en la iglesia a menos que fuese el domingo de Pascua o Nochebuena, supuse que iba a pasar su noche libre con sus amigos... O con Naeun.

—Hola —respondí en un susurro ronco—. No esperaba que fueses venir…
Alzó sus oscuras cejas y ladeó un poco la cabeza, frunciendo el ceño. Mis ojos recorrieron su pecho y sus hombros, cubiertos con una formal camisa de color azul celeste que estaba seguro era la primera vez que utilizaba. Llevaba la camisa por dentro de unos pantalones, muy formales también, que tampoco le había visto vestir nunca antes. Cuando levanté la vista para mirarle a los ojos, sonreí por primera vez en horas.

—Te has puesto elegante —dije en voz baja para no llamar la atención. Se encogió de hombros y echó un vistazo alrededor como si quisiera comprobar cuánta gente había notado su intento de arreglarse. Su vista volvió a detenerse sobre mí y se inclinó un poco.

—¿Has ido a verla? —Su suave susurro hizo que me volvieran a brotar las lágrimas. Negué con la cabeza y respiré profundamente en un intento de no venirme abajo y echarme en sus brazos en busca de consuelo delante de toda la ciudad. Me cubrió la mano con la suya y entrelazó sus dedos con los míos. Confundido, eché una ojeada alrededor para asegurarme de que no nos estaban observando.

—Venga, Yoongi. Si no lo haces, te arrepentirás de no haberla visto una última vez. Creeme.— sus ojos estaban llenos de tristeza mientras me miraba, implorante. —Yo no fui a ver a mi padre. Todavía hoy me arrepiento.

Su confesión hizo que el dolor que sentía en el pecho se acentuara, no sólo por mi pérdida sino también por aquel chiquillo al que tanto le habían arrebatado. Por alguna razón, Jungkook necesitaba que lo hiciera. Dejé que me guiase por la iglesia hasta el ataúd abierto en el que descansaba la mujer en la que siempre había confiado. Habíamos hablado de mi boda y de cómo me arreglaría el pelo y me maquillaría ese día. Habíamos hecho tantos planes. Tejimos tantos sueños sentados en su porche, comiendo galletas y bebiendo té helado.

𝗘𝗹 𝗰𝗵𝗶𝗰𝗼 𝗺𝗮𝗹𝗼 - kookgiWhere stories live. Discover now