Ocho

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Jungkook

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Jungkook

Hoy tenía que cortar el césped en tres casas distintas. Sin embargo, acababa de llamar para reprogramar las citas, justo momentos antes de que Yoongi saliera corriendo del bosque en dirección a mi camioneta. Lo de anoche lo había cambiado todo. Necesitaba decirle exactamente cómo me sentía, pero no podía hacerlo en ese momento. Aún no quería tener esa conversación. Sólo deseaba disfrutar de su presencia.

Íbamos a pasar el día en la playa, a mezclarnos entre los turistas. Quedar en la ciudad no era una opción. Al menos, hasta que Jimin regresara y hablase con él. No podía dejarlo escapar. Ahora ya no. Por una vez en mi vida, no iba a quedarme de brazos cruzados mirando cómo Jimin se quedaba con él.

Necesitaba a Yoongi. Lo amaba de una manera de la que sabía que mi primo era incapaz.

Abrió la puerta del copiloto y subió al coche. Dios mío, llevaba unos pantalones cortos diminutos y una camisa que se transparentaba lo suficiente, dejándome ver su blanquecina piel. La playa estaba a cuarenta y cinco minutos de distancia y así vestido conseguiría hacerme enloquecer.

—Buenos días —dijo con una sonrisa mientras se deslizaba junto a mí, con una pierna a cada lado del cambio de marchas. Todas mis preocupaciones sobre Jimin desaparecieron de mi mente.

—Buenos días, precioso —respondí y me incliné para besarlo. Suspiró y se arrimó un poco más, pasándome los dedos por el cabello. Tuve que hacer uso de todo mi autocontrol para separarme de él.

—¿No quieres salir de aquí primero? —pregunté. Apretando uno de sus muslos. Me estaba volviendo adicto a esos lindos muslos.

Hizo un mohín, como si le hubieran arrebatado su juguete favorito, y se arrellanó en el asiento de brazos cruzados. Sus labios abultados hicieron un puchero involuntario y casi acabó con mi autocontról.

—¿Cómo te encuentras? —pregunté al salir a la carretera. Su radiante sonrisa de gomita me quitó el aliento y necesité toda mi fuerza de voluntad para seguir conduciendo y no detenerme para besarlo hasta el cansancio.

—Estoy bien... Bueno, más que bien, estoy... —Hizo una pausa y vi de reojo que se le encendían las mejillas con un encantador tono rosado. No pude evitar reír entre dientes ante el rubor inocente de su rostro. Alargué el brazo, cogí con cuidado una de las manos que se estaba retorciendo y enrede mis dedos entre los suyos, mientras me sorprendían las primeras señales de mi deseo de posesión exclusiva.

—¿Estás adolorido? —Pregunté. Tenía entendido que los vírgenes a veces se sentían un poco doloridos después. Pero Yoongi había sido la primer persona virgen con la que había estado.

Hizo gesto de negar con la cabeza y su rubor se acentuó. —Tal vez un poco, nada serio.

—Lo siento —respondí, sintiendo mi deseo de protegerlo como una punzada en el pecho, perfecto para acompañar al deseo de posesión que se estaba encabritando en mi interior. Estaba convirtiendo mis entrañas en una zona de combate.

𝗘𝗹 𝗰𝗵𝗶𝗰𝗼 𝗺𝗮𝗹𝗼 - kookgiWhere stories live. Discover now