Capítulo 15

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Sacaron a Artemis a rastras y la llevaron por un bosque hasta un edificio abandonado. La hierba estaba completamente tapada por un manto de nieve, que se colaba por sus calcetines y le enviaba escalofríos por todo su cuerpo. Su visión se había aclarado de nuevo y vio a lo lejos un edificio de unas cuatro plantas, las paredes mohosas y llenas de enredaderas que se entrelazaban entre sí. Había Rusos por todos lados, observando con curiosidad a la chica. Entraron en aquel lugar, dos de los hombres sujetando con fuerza por los brazos a la pelirroja.

-Bueno, ¿qué te parece nuestra humilde morada?- El ruso que la había amenazado con matarla hacía sólo una media hora, la miraba ahora con una sonrisa.-Vamos, no seas tímida. Tenemos planes para ti.

Los dos rusos que la cogían por los brazos la tiraron con fuerza al suelo y su mejilla chocó contra el hormigón frío. Con las fuerzas que tenía, se levantó como pudo, sus rodillas ahora con raspones, y siguió a aquel hombre por los pasillos del edificio. Había grietas gigantes por todas partes y goteras que resonaban por todas las salas, la chica dudaba de si la estructura se podría mantener en pie por mucho más. Llegaron al fin a una gran habitación casi a oscuras excepto por un par de focos. En el medio de esta había una camilla de hospital, en la que Leo Novikov respiraba fuertemente.

-Todo tuyo.

 Artemis se acercó con cuidado al ruso e inspeccionó su cuerpo. Tenía un agujero de bala en su muslo derecho, que sangraba a través de la fibra de sus pantalones vaqueros. El hombre la miraba como una fiera a su presa y la pelirroja cada vez se sentía más nerviosa. Miró alrededor buscando equipo médico, cuando alguien tiró al lado suya una bolsa de tela grande, cuyo ruido al chocar con el suelo resonó en toda la sala.

 -¿A qué esperas cariño? ¿Quieres dejarme morir o qué?- Dijo Leo con una media sonrisa, su mano todavía sujetando fuertemente las sábana bajera por el dolor que tenía.

-Sería satisfactorio, pero valoro mi vida.- Artemis se armó de valor, abrió la bolsa y con una tijera cortó la parte derecha del pantalón para trabajar mejor.

 El resto de hombres estudiaban cada movimiento que la chica hacía, asegurándose de que su líder siguiese con vida. La doctora comenzó a trabajar en la herida. Visualizó aquella situación como si estuviera curando a un soldado más y poco a poco cambió ese nerviosismo por concentración. Comenzó limpiando la herida con alcohol, Leo se retorció en la camilla y dejó escapar algún que otro suspiro de dolor.

-Necesito que le sujetéis, esto va a doler.- Rápidamente tres fuertes hombres aparecieron para sujetar los brazos y la pierna izquierda del hombre.- Que no se mueva.

 Con unas pinzas empezó a rebuscar con cuidado la bala en la herida del hombre. Leo empezó a retorcerse más, gritando y soltando lo que Artemis tradujo como algunos insultos. Había empezado a hablar ruso hacía poco, pero ya lo controlaba lo suficientemente bien como para comprender ruso fluido. Eso la servía para poder saber los planes de sus enemigos sin que ellos se diesen cuenta, lo que la proporcionaba cierta ventaja. Consiguió coger la bala con las pinzas y la sacó con cuidado, dejándola en una bandeja de metal. Después comenzó con a coser con la aguja, cerrando al fin la herida.

-Listo. Te daría pastillas para el dolor, pero vuestro material médico deja mucho que desear.

-Vaya, no eres tan mal doctora como pensaba.- Dijo Leo entre respiraciones.

-Qué pasa, ¿a los rusos no os afectan igual las cosas o qué?

-¿Por qué lo dices, niñata?

-La gente normal se habría desmayado después de eso.

 Todos en la sala comenzaron a reírse fuertemente, el eco taladrando la cabeza de Artemis, que todavía le dolía por el golpe. 

-Somos rusos. Tus compañeritos británicos, ya sabes, los del té y esas mierdas, no son guerreros como nosotros.

La doctoraWhere stories live. Discover now