Capítulo 5

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 Los días pasaron en la base y Artemis ya se había acostumbrado a vivir allí. Salvo que hubiese algún tipo de emergencia, aprovechaba todo el tiempo libre que tenía para hacer ejercicio. Disfrutaba saliendo a correr por los alrededores de los dos grandes edificios que conformaban la base y de vez en cuando se ponía a practicar boxeo con el saco de la sala de entrenamiento. Muchos de los soldados se sorprendieron al darse cuenta de la buena forma física en la que se encontraba la chica e incluso lo bien que se manejaba en el combate cuerpo a cuerpo. 

 La Unidad 141 se había ido hacía un par de días a una misión y Artemis admitía que, a pesar de conocerlos por solo una semana, les había cogido cariño y les echaba de menos. Todavía no había recibido noticias suyas y eso la ponía nerviosa, cualquiera diría que a esas alturas debería estar más que acostumbrada a ver grupos enteros de soldados que tardaban más de lo normal en volver de misiones o incluso que directamente no volvían, dándoseles por muertos.

 La doctora se metió en la ducha después de su carrera matutina y cerró los ojos, notando la fría agua caerla en la piel, llevándose el sudor. Le encantaba ducharse tranquila, disfrutando aquel momento de relajación, escuchando sólo el ruido del agua cayendo y su propia respiración. Después de unos minutos, salió de la pequeña cabina poniéndose una toalla sobre su cuerpo. Se secó mientras escuchaba un poco de música alegre, pop sobre todo, y tras ponerse su uniforme, salió de su habitación para ir a desayunar. Fue interrumpida cuando pasó por la sala de entrenamiento, un soldado la llamó gritando.

-¡Doctora! La Unidad 141 está llegando a la base, traen a un herido, una herida de bala por lo que parece.

 Salió escopetada hacia la enfermería para ponerse los guantes de látex y coger una camilla, y después se fue al helipuerto. Mientras esperaba a que llegasen, su corazón latía con fuerza. Sentía cierta inquietud, la daba miedo que alguno de ellos estuviera gravemente herido y esperaba poder actuar con rapidez. El helicóptero apareció a lo lejos y rápidamente se fue acercando. Cuando la hélices fueron frenando, se acercó al vehículo. Price y Soap salieron los primeros, con sus brazos completamente manchados de sangre. König sujetó el cuerpo de uno de los hombres por los brazos y Soap ayudó a ponerlo en la camilla. El corazón de Artemis dio una voltereta al ver la herida en el estómago de Ghost, que todavía estaba consciente, pero se movía lentamente. Agarró la camilla y corrió hacia la enfermería, su pelo rojizo ondeaba con la velocidad.

 Artemis decidió que después de intervenir a Ghost, tendría que felicitar a los demás por lo bien vendada que estaba la herida. Observó el agujero de cerca.

-¿Habéis sacado la bala?

-No.- Respondió un alterado Soap, que no quería perder a su amigo.

 Artemis agarró unas tijeras y le cortó la camiseta al de la calavera, Después con unas pizas empezó a intentar agarrar la bala de dentro del cuerpo. Tuvo que poner su mano en los abdominales marcados de Ghost para intentar que no se moviese. Tras unos segundos de tortura, consiguió sacar el trozo de metal y suspiró viendo que este estaba entero, por lo que no habría que preocuparse de la metralla. Después comenzó a coser la herida. El hombre intentaba no moverse, pero el dolor lo estaba matando y no podía contener algún que otro espasmo. Artemis echó para atrás el cuerpo de Ghost empujándole con la mano en su pecho, dejándole tumbado de nuevo. Al fin terminó de coserle y le ayudó a incorporarse. Con mucha delicadeza vendó su estómago y le volvió a dejar tumbarse en la cama. Él empezó a cerrar los ojos del cansancio, su pecho todavía subía y bajaba rápidamente. La doctora acercó su mano a la máscara y Soap estuvo a punto de intervenir, pero fue frenado por Price. Metió la mano bajo esta con cuidado de no quitársela y la colocó en la frente del ahora inconsciente Ghost. Después agarró una pastilla y agua y, de nuevo con delicadeza, hizo que se tragase ambas. 

La doctoraTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon