20. ¿Qué ocultaba?

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Hubo algo que no le encajaba en la historia de Mérida

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Hubo algo que no le encajaba en la historia de Mérida.

Le creyó el que se fuera temprano ese domingo porque debía cuidar de su hijo y que el motivo de no presentarse a trabajar durante tres días fuera un resfrío, sumándose otros malestares que supuso, eran por su ciclo menstrual, según lo que ella le describió. Lo que no lo convenció fue el que su celular se hubiera averiado y que por eso no podía darle su número de contacto. Si era así ¿cómo fue que don Genaro, su jefe, la contactó?

En eso estuvo ese miércoles por la mañana, investigando lo que pasó durante esos días que no se presentó al almacén, frustrado porque regresaran a esa tónica de las evasivas por parte de Mérida, quien se centró en su trabajo y poco conversaba con él. No quiso parecer intenso pues recién regresó, además de que debía adelantar el inventario acumulado que dependía de ella, así que por ese día lo dejó pasar, sin embargo, el viernes y el sábado, ella continuaba haciendo de cuenta que eran compañeros de trabajo, lo cual le disgustó.

¿Actuaría así después de la cita que tuvieron? Que no la consideró una cita, pero lo fue como tal luego de la charla estimulante que tuvieron. ¿Por qué lo trataba como si no fuera el hombre con el que se besó con intensidad más de una vez, tanto en la boca como en la piel? Eso lo decepcionó, no merecía ese trato cuando sabía que ella sentía lo mismo.

Si supiera que Mérida retrasaba lo que en su regreso al trabajo pensó hacer.

Se comportaba así porque le costó encararlo después de reconocer sus errores. Gustavo no debía estar con una mujer que enredaba tanto una situación que tenía una clara solución, pero que le representaba un gran desafío, o más bien una liosa confrontación con alguien que no quería entender que ella no era lo que necesitaba. Porque de eso se trataba, enfrentar a David, su esposo, sincerarse cuando no podía decir lo que pensaba sin recibir escarmiento, expresar su dolor a sabiendas que sería acallada con un golpe, porque no tenía permitido solicitar el divorcio teniendo a consecuencia el perder la custodia de Manuel. Porque era eso; ser presa y quedarse junto a su hijo, o ser libre, perderlo a él y la vida en ello.

En esos días le mandó mensajes a Julieta en los escasos ratos libres para preguntarle qué hacer, y aunque las soluciones que le ofrecía eran tan sencillas de realizar, le representaban un reto imposible. No tenía dinero ahorrado para mantener a su hijo si peleaba por su custodia, mucho menos contaba para contratar un abogado, si ponía una denuncia debía buscar un sitio donde esconderse sin poner en peligro la integridad de Julieta y doña Berita, y para rematar, si hacía todo eso debía renunciar a su trabajo, su única fuente de ingresos para sostenerse. Eran tantos los peros que no quería sumar una preocupación más como lo era contarle a Gustavo lo que en verdad le pasaba, sin percatarse que esa indiferencia lo afectaba.

Le remordía sonreírle, saludarlo mientras por dentro se moría por decirle «te quiero, Gus, pero mi esposo me matará si se entera que estoy contigo», siendo como clavarse una estaca al corazón. Porque bien claro fue cuando le advirtió que detestaba que le mintieran y no soportaría si la despreciaba luego de lo que pasó entre ellos.

Lamento Meridiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora