Annabeth

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Annabeth se dio cuenta que cabalgar por el cielo con el tobillo roto no es demasiado diferente a caminar por el tártaro con el tobillo roto. Eso sí, prefería mil veces mascar chicle sabor frutti tutti antes que tomar fuego líquido. Pero la diferencia estaba en que no la curaba, solo le calmaba un poquito, muy poquito, el dolor. Escuchaba como Jason y Hazel hablaban, daban teorías del por qué la ambrosía y el néctar no funcionaba, quizás porque estaba relacionada a Apolo, ¿y por qué el chicle si funcionaba? porque era ciencia, no magia, la ciencia es de los hombres y si no es algo dado directamente por lo dioses, no se lo pueden quitar. Tiene sentido, era esas conversaciones que ella amaba, pero decidió no participar, le dolía demasiado el tobillo, sentía que el dolor le cortaba la respiración y para hacerse oír sobre un espíritu del viento que va a una velocidad tan alta, uno debe gritar, le quitaría fuerzas que en ese momento no tenía.

 

Tal vez quedó dormida un tiempo, o los tiempos en el cielo son más cortos, pero le pareció que no pasó demasiado tiempo antes de ver a la distancia un enorme castillo de hielo. Era impresionante, las paredes se elevaban mucho más allá de lo que se alcanzaba a ver. Se detuvieron a mirar y estudiar el terreno. Las murallas tenían grabadas arcos y flechas y banderas blancas que ondeaban con el viento. Hazel saltó del caballo, movió las nubes y miró abajo.

 

            - El castillo es solo la punta- dice – es como un Iceberg. Abajo está el castillo real, en el suelo, sobre el hielo. 

 

            - Sobre el hielo... – piensa Jason – en el ártico, con esas insignias, estamos en la casa de sagitario ¡Artemisa, Quirón y Talia están aquí!

 

            - Donde el cielo y la tierra se juntan – susurra Annabeth – literalmente las escaleras al cielo.

 

Jason la ayuda a bajar, Annabeth a penas se pueden poner en pie, Tempestad se acerca a ella, con la cabeza gacha, como disculpándose.

 

            - Tranquilo, no es tu culpa, gracias por rescatarnos y por el aventón – le dice, acariciándole el hocico. 

 

            - Estate atento – le dice Jason al equino – muchas gracias.

 

Tempestad se vuelve viento. Quedan los tres parados frente al enorme castillo, a prudente distancia, detrás de unas nubes para evitar ser divisados. Annabeth necesita sostenerse de alguien para siquiera ponerse en pie.

 

            - ¿Nos acompañarás? – pregunta Hazel – no hay problemas en que quedes a reposar.

 

            - Si – responde Annabeth – porque a mí se me da muy bien lo de quedarme quieta a mirar ¿verdad? ¡Dame tu chicle y vamos al rescate dioses y semidioses!

 

Hazel levanta la mano y viste a los tres de soldados romanos, con armaduras metálicas y cascos que apenas dejan ver los ojos.

 

            - ¿Por qué estamos vestidos de romanos? - pregunta Jason.

 

            - Fíjate en los guardias -responde Hazel- ambos están vestidos como romanos. por qué cuidan la mazmorra del Olimpo romanos... no me preguntes

Percy Jackson y la Tormenta en el Olimpo (LIBRO COMPLETO)Where stories live. Discover now